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  • La Égloga a Claudio de Lope de Vega. Sistemas métricos y homenaje literario
  • Florencia Calvo

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La Égloga a Claudio de Lope de Vega ha sido vista por la crítica como un texto en donde el poeta realiza un inventario de parte de su obra, reflexiona sobre los últimos momentos de su vida, reclama un reconocimiento como autor no dramático al tiempo que polemiza con los nuevos modos de hacer teatro y de hacer poesía. Interesa también acercarse a la obra para verificar si ésta puede colaborar de algún modo en la intelección del sistema poético áureo desde sus características genéricas entendiéndolo, tal como lo define Begoña López Bueno:

Géneros que se reinventan en el siglo xvi mirando el espejo del pasado grecolatino pero buscando hormas romances en el triple engarce estilístico, métrico y pragmático: retórico en definitiva. Nunca estos géneros tuvieron señas de identidad métrica tan evidentes como los petrarquistas lo que les prestó como contrapartida el interés de una experimentación cuasi permanente y no sólo en lo métrico.

(Nota 3)

Los versos dirigidos por Lope a su amigo Claudio Conde, además de adquirir su sentido en las categorías de las lecturas críticas más tradicionales, se podrían resignificar a la luz de esta serie de problemas más o menos formales que influirán en la lectura de la obra.

El poema se publica en 1637 en La Vega del Parnaso pero está datado en 1632, enero de ese año para Gonzalo Sobejano (1993) y antes de mayo para Juan Manuel Rozas (1990).1 Este último, además, en su clásico trabajo sobre [End Page 317] la obra, luego de un estudio detallado de ediciones y sueltas del poema tiene la "casi total seguridad de que Lope no llamó nunca Égloga a Claudio a su poema. Lo llamarían así–contra toda ley poética–los herederos y editores de La Vega" (Rozas 173). Toda la crítica posterior coincide en ello, y coincide también en que, sin lugar a dudas, la poesía adquiere la forma de una epístola. Si bien sustraer el texto del terreno de la égloga podría solucionar aspectos relacionados con su inadecuación al ámbito de lo eglógico, su definición como epístola lo introduce de lleno en el difícil estatus genérico de lo epistolar y de sus características específicas en España.

En cuanto a las formas del género pueden resumirse en una "ilusión de no ficcionalidad." Ilusión que engloba tanto al yo como al tú y que López Bueno explica en términos de:

[. . .] entrecruzamiento de disfraces y de máscaras que hay en la epístola. Siempre fronteriza entre la vida y la literatura, puede, según los casos y según las lecturas, o literaturizar la vida o vivificar la literatura. Por lo demás, el juego de máscaras afecta también al lector, en este caso superpuesto al destinatario real de la epístola, ese tan literario como el locutor textual, y al mismo tiempo tan real e histórico como el autor mismo.

("El canon" 12)

Paralelamente, se puede construir la trayectoria del canon de lo epistolar en España, ya sea definido como género, ya sea identificado con una forma métrica: la crítica describe una primera etapa con una distinción dentro de las epístolas horacianas ("filosóficas" y "familiares") y de la fructífera descendencia del primer modelo regido por el intercambio epistolar entre Boscán y Hurtado de Mendoza.2 En su época de constitución, a la epístola filosófica o culta le corresponderían la escritura en tercetos mientras que la familiar establecida por Garcilaso en su epístola a Boscán tiene como fundamental el verso suelto. Es extensa y complicada la historia de la epístola a lo largo de estos dos siglos pero una atenta lectura sobre ella permitiría ver cómo el género funciona...

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