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  • Riverita (1886) de Armando Palacio Valdés o la maquinaria parada del progreso español
  • Vicente Gomis-Izquierdo

Armando Palacio Valdés (1853-1938) ha atravesado diferentes etapas en su devenir histórico y crítico. Así, como apunta Enrique Rubio Cremades, desde finales del siglo xix y hasta la segunda década del siglo xx gozó de mucha fama y popularidad (603) incluso en el extranjero, llegando a ser su obra traducida a varios idiomas. Sin embargo, y como también explica Cremades, a partir de la década de los 20, se le criticó e incluso menospreció (606-7). Como reflejo de la historia de su autor, la novela Riverita (1886) conoció un camino similar. Destacada por "Clarín" como una de las novelas valdesianas más dignas de interés y traducida al francés, portugués e inglés, Riverita, a pesar de haber sido una novela muy popular en su tiempo, no ha recibido el interés crítico que merecería. La producción crítica se limita a algunas reseñas contemporáneas, como la del mismo "Clarín" y a algún estudio del experto valdesiano Brian Dendle (Cremades 604-623).

Riverita cuenta, a través de distintos episodios, la historia de Miguel Rivera desde que es niño hasta que ya de adulto se casa con Maximina. La historia de ambos continúa en la secuela Maximina (1889). En su novela, el autor ofrece el proceso de crecimiento de Miguelito o Riverita, y a través de sus aventuras y desventuras plasma un mosaico de la vida y las instituciones de la España finisecular. En dicho mosaico llama la atención la presencia en el texto de diversas escenas en las que el objeto central de la acción es una máquina que no marcha adecuadamente, bien porque los usuarios no saben montarla correctamente, bien porque le dan un uso indebido. Esas máquinas (y su mal uso) funcionan en la novela como alegoría de una sociedad que, lejos de andar y rendir como debería para que el país progresara como sería deseable, se encuentra sólo estancada y compuesta de pedazos que no encajan bien, y por tanto no constituyen un engranaje que logre el producto de progreso esperado. El hecho de que las máquinas representen el progreso en sí mismo no [End Page 111] hace sino enfatizar esta alegoría, que tiene su contraparte textual en elementos de tanta importancia como la educación, la familia, la economía nacional o las desigualdades sociales.

En la España de finales del siglo xix que aparece en Riverita el progreso avanza a pasos muy lentos, lo cual observaba el propio Valdés, quien, según indica Guadalupe Gómez-Ferrer veía el pensamiento tradicionalista como una "remora para el progreso de la sociedad" (144). Si bien los críticos coinciden en señalar que el progreso español no se encontraba estancado, sí admiten su lentitud. Eva Woods y Susan Lar-son notan que el progreso en España avanza a su propia velocidad (1-7), y Deborah Parsons apunta que es la comparación con los estándares del norte de Europa lo que hace que España parezca ralentizada (4). A la luz de esas ideas, entonces, es posible concluir que Riverita apunta en esa dirección: ofrece una sociedad cuyo mecanismo, aunque no esté parado, tampoco se mueve de la forma ágil deseable.

En ese sentido, Jordi Nadal apunta que era muy difícil progresar sin dinero para hacerlo, y la pérdida de las colonias había disminuido considerablemente el poder adquisitivo de la nación, mientras que países como Inglaterra seguían teniéndolo (26). Nadal se queja de que las inversiones fueran más encaminadas a la bolsa que a la industria, impidiendo así un progreso más rápido (165-66). Es más, Nadal también recalca que, durante los años comprendidos entre 1852 y 1873, la quiebra del estado obligó a tomar grandes préstamos del Banco de España, con lo que el Banco se vio imposibilitado para realizar...

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