Flores de plomo: una obra polifónica en torno a Larra

Publicada en 1999, Flores de plomo obtuvo el Premio Gómez de la Serna, lo que constituye un indicio ciertamente relevante acerca de su gran calidad literaria. La antigua admiración del autor hacia Larra, que había dado como resultado la preparación de una antología de sus artículos aparecida en 1967, fraguaba ahora en otro personal homenaje de factura literaria. Esa comprensión afectiva hacia un escritor, destacada por él en su acercamiento al autor decimonónico, daba lugar, pues, a la génesis de unos textos que, en esta ocasión, adquieren perfiles distintos: estudio y recopilación antológica y creación de una obra literaria propia. Algo que, por lo demás, encontramos en otros textos del autor ya sea bajo el formato de estudio y edición de obras, como hizo con los cuentos de Chejov, ya bajo la singular aproximación poético ensayística en el caso de Turguéniev. No cabe duda de que esa profunda identificación con unos autores, a la que se refiriera Zúñiga en el prólogo a su antología de Larra, se encuentra en el origen de algunas de sus obras y de que en ellas, precisamente por esa estrecha relación con la creación literaria de tales escritores, podemos hallar algunas de las claves que vertebran la propia poética del autor.

En el caso de Larra el mencionado prólogo a su recopilación de artículos fija de forma clara la visión de Zúñiga acerca del mismo. Destaca, especialmente, la modernidad del pensamiento larriano y su lúcida y penetrante visión crítica de la realidad, alejada del costumbrismo superficial, para combatir lo que considera ha dañado el alcance de su proyección histórica: la interpretación de su impactante muerte en simplificadora clave de romántico suicidio wertheriano. Es esa destacada imagen del suicida por amor lo que, según el autor, ha empañado y aun empequeñecido la figura histórica del gran escritor.

Como bien señalaba el propio Zúñiga, en entrevista con Longares, su obra no responde a un estricto planteamiento histórico – en ella alternan personajes reales e imaginados – ni tampoco puede considerarse a Larra como su protagonista único. De manera análoga a la construcción de otros textos suyos, Flores de plomo es una obra coral en la que la polifonía resulta, sin duda, uno de los ejes centrales. En palabras del autor el libro presenta "a las personas que estaban relacionadas con él la tarde en que se suicidó y que pienso se vieron afectadas de una y de otra forma por su muerte" (40). A partir, pues, de un tema central – y recuérdese el fatídico oráculo de la destrucción del lugar en El coral y las aguas o los efectos de la devastación bélica en la trilogía de la guerra civil – el escritor da cabida a numerosas variaciones singularmente conectadas pero que, lejos de incurrir en monótona repetición, son capaces de proyectar una luz nueva y diferente.

Precisamente el carácter coral que da lugar a distintas secciones protagonizadas por personajes diversos ha podido provocar cierta disparidad de criterios en su inclusión en un determinado género literario. Si para algunos críticos estaríamos ante una novela, para otros se trataría de un libro de cuentos.¹ Tanto Valls como Prados vinculan Flores de plomo con un género mucho más consolidado entre la crítica anglosajona como el ciclo de cuentos – short story cycle–, especie literaria cuyos defensores suelen considerar una forma nueva que emerge, especialmente, a principios del siglo xx. Quizá no por casualidad uno de los cuentistas admirados por Zúñiga, Sherwood Anderson, viene siendo considerado como uno de los principales exponentes de tal especie. Este género contaba, no obstante, con precedentes en la tradición anterior. No deja de resultar significativo también que una de las obras de uno de sus autores predilectos...