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  • El presente cautivo: Violencia y memoria en Así empieza lo malo de Javier Marías
  • Isabel Cuñado

En 1995 Javier Marías declaraba en una entrevista a una revista francesa que España era un país que había perdido la memoria y que vivía en falsa reconciliación consigo mismo (Cortanze 28). Aquella aislada y anecdótica observación encuentra, dos décadas después, un claro eco en la narrativa de Marías, cada vez más enfocada en retratar los efectos del franquismo y de la represión colectiva de su memoria en el presente. Si la trilogía Tu rostro mañana (2002, 2004, 2007) abordaba la complicada relación entre violencia, memoria y ética en el marco de la guerra civil española, Así empieza lo malo (2014) vuelve a ahondar en el trauma no resuelto del franquismo. La última novela de Marías retrata una sociedad incapaz de enfrentarse públicamente a las responsabilidades derivadas de crímenes innombrados y, en consecuencia, un presente todavía emponzoñado por la ausencia de justicia.

Este estudio propone que Así empieza lo malo amplía y profundiza en el proyecto narrativo reciente de Marías de retratar un presente cautivo del franquismo. Con este fin analizaré la presencia y relación entre sí de tres aspectos clave en la novela: las secuelas de un secreto familiar, el cuerpo femenino como sitio de la violencia, y la prevalencia del fantasma como huella del trauma histórico. Esta novela, en muchas maneras heredera de la célebre Corazón tan blanco (1992), retrata un entorno familiar marcado por falsas identidades y crímenes ocultos. Atrapada en el centro de un círculo masculino destaca la presencia de una mujer, un personaje silenciado y víctima de la represalia que sufrieron los perdedores de la guerra durante décadas de agravios y negligencias generalizados. De esta manera, la violencia continuada sobre el cuerpo de la mujer articula las relaciones masculinas y favorece su complicidad a través del tiempo. Esto ahonda en la idea de una responsabilidad colectiva que todavía hoy encubre y silencia agravios históricos pendientes de condena y reparación. La enfermedad o la herida del cuerpo femenino pueden leerse como la metáfora de una herida colectiva. En la medida en que [End Page 61] este sistema de intercambio de favores y connivencia se genera y cobija en un marco político (la dictadura) construido sobre la ausencia de justicia, la mujer es el sitio donde se inscribe no solo un intercambio familiar sino también una herida histórica.

La representación del trauma de la Guerra Civil en la producción cultural contemporánea ha sido objeto de un interés creciente por parte de la crítica. Ésta se ha enfocado particularmente en el estudio de las maneras en que la sociedad española se enfrenta a relatos divergentes sobre el pasado de la guerra y el franquismo desde que el pacto del olvido sellara un proceso de desmemoria colectiva en los años de la transición de la dictadura a la democracia, aproximadamente desde el año 1975 hasta el 1982, año de la primera victoria electoral socialista.1 En Cultura herida (2002), Cristina Moreiras Menor rastrea la presencia del trauma en el cine y la literatura de la España democrática para explorar los procesos de memoria y desmemoria desde el franquismo. Para Moreiras Menor estos textos “acogiéndose a la necesidad colectiva de silenciar un pasado que se vive como traumático, inscriben simultáneamente, en su silencio, la huella de ese trauma reprimido en la narrativa” (29). La obra más reciente de Marías pertenece a este tipo de textos claramente marcados por una herida histórica.2 En concreto, la última novela exhibe las tensiones generadas por la multiplicidad de perspectivas en torno a una historia familiar que quiere ser enterrada en el olvido o, por decirlo de otra manera, las tensiones entre un pasado silenciado (la dictadura franquista) y una experiencia del presente (democrático) que, no obstante, transpira la huella de un trauma.

El cuerpo...

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