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  • Hijos contra madres en "Mi piel, luminosa" y Los fantasmas del masajista de Mario Bellatin
  • Sebastián Reyes Gil

La madre ha sido usualmente representada en la cultura de manera ambivalente: por una parte, como fálica, devoradora y castradora, y por otra como nutriente y generosa. En las obras "Mi piel, luminosa" (2007)1 y Los fantasmas del masajista (2009) de Mario Bellatin, cuyo tema central es el conflicto entre el hijo y la madre, predomina el primer tipo de representaciones. En ambos textos, se despliegan fantasías del hijo que cuestionan la reconciliación con lo materno de acuerdo a lo que sería una resolución "normal" del complejo de Edipo. En la narración de esos conflictos surgen tensiones, fragmentaciones y torceduras que reflejan un yo escindido, problematizando los discursos más comunes sobre la maternidad y la infancia. Mediante metáforas de la castración y otras operaciones mutiladoras, los textos parecen estar escritos como heridas, desencuentros y pugnas por desarrollar el yo autónomo del niño frente a una madre omnipresente. En estas dos obras se cuestionan las convenciones sobre los afectos familiares y se narran relaciones materno filiales que exponen la fragilidad de la identidad en el hijo. El artículo tiene cuatro partes principales: En la primera, desarrolla muy sucintamente algunas ideas sicoanalíticas sobre las relaciones entre madre e hijo, y en particular sobre la madre fálica y las fantasías infantiles de castración, mutilación y reparación. Luego de una breve sección sobre estudios literarios previos sobre los vínculos entre madre e hijo en la literatura latinoamericana contemporánea, en la tercera parte se desarrolla un análisis de las dos obras de Bellatin, para terminar con unas breves notas a modo de conclusión.

En Un recuerdo infantil de Leonardo da Vinci (1910), Freud analiza, entre otros aspectos biográficos de Leonardo, un sueño donde el artista narra cómo, estando en su cuna de bebé, se "acercó uno de estos animales (un buitre) me abría la boca con su cola y me golpeó con ella, repetidamente entre los labios" (25, énfasis mío). Freud interpreta este sueño como si la cola fuese "la reminiscencia de mamar el [End Page 205] seno materno" (29), asociando esta acción a una felación a la madre fálica. Esto sucede porque el niño fantasea a la madre con pene, imagen común en la psiquis infantil, que siente rechazo al constatar el cuerpo materno castrado. Melanie Klein también describe la asociación entre seno materno y pene: "In my experience every boy moves from an oral-sucking fixation upon his mother's breast to an oral-sucking fixation upon his father's penis" (326). Más aún, habrían varios penes paternos, según Klein, que los niños imaginan en el cuerpo de la madre, y que fantasean con robar, para lo cual deben destruirla o rasgarla. Mientras más sádicos son los impulsos destructivos hacia el cuerpo de la madre para obtener el falo imaginario dentro de ella, mayor será su amenaza como una rival que tomará represalias. El niño entonces tendrá temor a los contraataques de la madre, además de sentirse culpable, motivo por el cual crea a su vez fantasías de reparación, como la recomposición de objetos o de imágenes en pedazos.

En Family Complexes in the Formation of the Individual, Lacan comenta estas ideas de Klein, reafirmando que las fantasías de mutilación y fragmentación corporal pueden ser entendidas como una forma de penetración, dirigidas al útero materno. Para Lacan estas fantasías no están sin embargo orientadas a ningún cuerpo real, sino hacia un maniquí heteróclito o una muñeca barroca (Family 45). La ansiedad que le causa al niño la separación de la madre, división que es también constitutiva del sujeto, se proyecta en objetos mutilados como el muñeco. Estas fantasías del niño son intentos por recomponer el hueco o carencia que ha dejado su separación del cuerpo materno...

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