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  • Caprichos con ciudades
  • Alejandra G. Amattox Cuña
Rocío Antúnez Olivera. Juan Carlos Onetti: Caprichos con ciudades. México, UAM/Gedisa (Colección Esquinas), 2013, 210 pp.

Como ha sido observado por un reducido sector de la crítica, Juan Carlos Onetti proyecta, desde sus primeros trabajos en los años treinta, el sentido narrativo de la modernidad literaria en la urbe a través de la descripción de escenas y personajes atrapados en los conflictos que la propia ciudad les impone o, mejor dicho, les propone. Porque la ciudad también es eso: la posibilidad de la ensoñación, junto con el peligro de la alienación. El lúcido ensayo propuesto por Rocío Antúnez, Juan Carlos Onetti: Caprichos con ciudades, tiene como propósito esencial desentrañar, en la obra del escritor uruguayo, estos pasajes de la experiencia urbana en las dos orillas rioplatenses.

El libro inicia con una presentación a cargo del destacado investigador mexicano Fernando Curiel, y cuenta con siete capítulos organizados en tres partes sustanciales (Primera parte: ciudades junto a un río, Segunda parte: caprichos con ciudades y el apartado conclusivo titulado: Montevideo, Buenos Aires, Santa María y la niebla de Londres), además de una completa bibliografía. Como señala su autora, en el primer capítulo del libro titulado “Propuestas” se reflexiona a partir de algunas sugerencias del término “capricho” –entendido como metáfora de un método de investigación– la reunión de “espacios y tiempos de diferente índole en una misma escena: la imagen de un puente apenas en proyecto junto a la de un [End Page 204] edificio real; ruinas soñadas en medio de un jardín realmente existente. ¿Qué más onettiano que la contigüidad de «realismo exasperado» (Rodríguez Monegal) y pertinaz onirismo?” (31).

En el segundo capítulo, Antúnez dirige su análisis hacia la Santa María “no ficcionalizada” por el autor: Montevideo. En un recorrido detallado que va de lo general a lo particular, sustentado en una amplia cantidad de datos históricos, sociales y demográficos, la crítica logra cimentar un panorama muy completo de cómo se fue construyendo la capital uruguaya desde mediados del siglo XIX hasta la época moderna. A través de este camino de reconstrucción en el que se imbrican elementos históricos con literarios, Antúnez transmite de manera elocuente el complejo proceso de constitución de esta ciudad que al inicio de la década del veinte se definía –en eufóricos textos como el Libro del Centenario– como “«moderna y confortable», «única», poblada de «palacios suntuosos», «cruzada en todas las direcciones por magníficas avenidas», la ciudad del Libro del Centenario es el locus amoenus por excelencia de una «tierra de promisión». Allí el texto ubica una población que estima, a fines de 1923, en 1,602,166 habitantes, y presenta un país cosmopolita, excepcional en el paisaje americano por la discreta «desaparición» de la «población aborigen»” (51).

Al asentar estas miradas efusivas y cargadas de las ideas de progreso y modernidad, el ensayo pretende señalar con claridad la contraposición de espacios y realidades en la incipiente geografía montevideana, pues evidencia que a pesar de algunas descripciones entusiastas que pretenden insertar a la capital uruguaya en la esfera del cosmopolitismo, a pocas cuadras de avenidas y bulevares en “las calles estrechas de la Ciudad Vieja, refugiado en casuchones en ruinas, se extendía el gueto prostibulario, el Bajo, cuya desaparición en la ciudad real y su falta de abordaje en la literatura lamentaría Periquito el Aguador en 1939. Allí habitaba en régimen de inquilinato, parte de la población de bajos recursos” (51). Y allí estaba, sin lugar a dudas, el germen de muchas de las historias y de los personajes que desarrolló Juan Carlos Onetti (1909-1994).1

En el capítulo tercero del libro –último del apartado Ciudades junto a un río– la autora uruguaya examina la otra orilla rioplatense: Buenos Aires. Como se sabe, una de las metrópolis más importantes...

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