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  • La mujer y el mercado editorial en España (1651-1750)
  • Alejandra Ulla Lorenzo

Introducción

Desde que en 1472 la imprenta revolucionó el modo de transmitir la cultura en España y durante toda la Edad Moderna la mujer ha jugado un papel, más o menos silenciado, en el contexto de la industria editorial. Esta cuestión ha sido tratada en varias tradiciones europeas y, muy significativamente, en los casos de México, Guatemala y Perú.1 Para el ejemplo español, que en los últimos años ha recibido una atención notable,2 falta, sin embargo, un estudio de conjunto que incluya toda la Edad Moderna.

En el amplio abanico de figuras que participan en la producción y posterior comercialización del libro impreso español (Moll, Problemas bibliográficos 63-68) se han localizado mujeres impresoras; editoras, es decir, aquellas que costeaban una edición y también denominadas libreras y, por último, mercaderes de libros o, más bien, mercaderas, como se las denomina en la documentación de la época.

Las fronteras entre unas y otras funciones resultan difusas y, así, encontramos mujeres mercaderas de libros que también ejercieron como editoras. Uno de los ejemplos más notables a este respecto es el de la viuda de Francisco de Robles, Lucía Muñoz, quien, durante casi veinte años (1659-1678), recogió el testigo dejado por una destacada saga familiar en el campo editorial y se ocupó de financiar no menos de cincuenta libros que, más tarde, vendió en su casa de la madrileña calle de Toledo. [End Page 443]

También hubo ejemplos de impresoras que actuaron como mercaderas, como es el caso de la viuda de José García Lanza,3 o bien que, puntualmente, se convirtieron en editoras, tal y como ejemplifica la viuda de Diego López de Haro, financiadora de libros en asociación con un importante impresor sevillano de la primera mitad del siglo xviii como era José Navarro y Armijo.4

A través de los datos que proporciona el proyecto Iberian Book5 es posible llamar la atención sobre el papel que las mujeres desempeñaron en el mundo del libro ibérico entre 1650 y 1700; mientras que la información que ofrece el Catálogo Colectivo del Patrimonio Bibliográfico Español ha ayudado a trazar los datos relativos a la primera mitad del siglo xviii. Si bien no contamos con demasiada documentación de la época que permita determinar con exactitud (Maillard y Griffin 99) cuáles eran sus funciones, a través de la información que nos ofrecen las herramientas mencionadas es posible, al menos, extraer algunas conclusiones sobre su papel en el comercio editorial de la época.

Impresoras, editoras y mercaderas de libros en España

No sabemos con seguridad si el nombre de estas mujeres solo figuraba en el colofón o en el pie de imprenta en calidad de dueñas de una empresa editorial y, en realidad, su papel era nulo en el proceso de producción y comercialización del libro. Algunos ejemplos indican explícitamente que así fue,6 aunque desconocemos qué ocurrió en otros casos. Ha de tenerse en cuenta, además, que tenemos noticia de muchos impresores cuyo grado de participación en una imprenta ignoramos por la ausencia de documentación y, sin embargo, su importancia ha sido considerada solo a través de su mención en los colofones. Así pues, debe reconsiderarse su papel aunque solo las tengamos en cuenta en tanto que figuras que ayudaron a mantener una empresa familiar (Agulló y Cobo 17).

En este sentido es importante señalar que casi todas las mujeres que ejercieron su actividad dentro de la industria del libro lo hicieron en tanto herederas [End Page 444] de un titular masculino: así sucede en el caso de la viuda de Carlos Sánchez, impresora y editora madrileña que trabaja en 1659 o la viuda de Antonio Zafra, que desempeña su labor como impresora en Madrid entre 1703 y 1710. Excepcional es el ejemplo de Paula Alonso y Padilla, quien...

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