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  • De la cría de animales y plantas al concepto de raza. La degeneración y el transformismo avant Buffon
  • Ruth Hill

El Orinoco ilustrado y defendido: Historia natural, civil y geográfica fue escrito en Cartagena de Indias y en Madrid, en la década de 1730, por el padre jesuita José Gumilla, a la sazón supervisor de la Misión de Cartagena. La primera edición de 1741 fue seguida por otra, corregida y ampliada, que el jesuita entregó a sus editores en Madrid a finales de 1742 y se publicó en 1745. Lo que hallamos en el capítulo cinco de El Orinoco ilustrado y defendido es una investigación sobre la generación y la degeneración, la cual dialoga particularmente con los médicos, los anatomistas, los físicos y los historiadores que buscaban las causas biológicas de anormalidades o variaciones natales entre las plantas, los brutos y los humanos. Este diálogo se llevaba a cabo, a lo largo del siglo xvii, entre los modernos como el canciller inglés Francis Bacon, el religioso francés Nicolas Malebranche y el savant peruano Pedro de Peralta Barnuevo. A éste último se refiere Jacques du Verney, médico de Luis XIV, en su propio tratado sobre los monstruos o partos irregulares, publicado en 1706 (Hill, Sceptres 155-62). Gumilla, como asiduo y cosmopolita lector de la literatura científica moderna, conocía los polémicos debates entablados a partir de 1720 por el fisiólogo francés Louis Lémery y el anatomista danés Jacques Bénigne Winslow, sobre las causas de los monstruos. Paralelo a este diálogo científico, desde mediados del siglo xvii y sobre todo en Italia, crecía otro foco de debate entorno a las causas biológicas de la diferenciación entre seres humanos. Este segundo diálogo terminó confundiéndose con el primero durante la década de 1730. Así pues, surgió el renombrado Problema Negro, rompecabezas que ocupó a los médicos, a los historiadores, a los viajeros y a las academias científicas (Caradonna).

Entre estos destaca Pierre de la Barrère, profesor de botánica en Francia y anatomista en la colonia de Guyana. Hijo de catalanes, Pedro de la Barrera [End Page 403] pasó mucho tiempo en España investigando en cuevas junto al biólogo franciscano José Torrubia (autor del Aparato para la historia natural de España) y estudiando la agricultura valenciana (Truyols 308-09). En su “Disertación sobre la causa física del color de los negros, de la calidad de sus cabellos, y de la degeneración del uno y del otro” (1741), el médico francés seguía de cerca las teorías de los anatomistas italianos, con el fin de determinar en qué consistía biológicamente el color de los etíopes y si este podía descaecer o no. El jesuita Gumilla, en cambio, declaraba: “Sea lo que fuere del constitutivo del color, buscamos solamente el origen de la tintura de los negros, y si puede descaecer (sea perdiendo, o sea ganando) tomando otra tintura” (I, cap. 5: 87). Me detengo en el verbo descaecer porque la historia conceptual de la degeneración entre los siglos xvii y xviii descubre paradigmas o modelos que entonces se identificaban con la diversidad humana o lo que más adelante se llamaría la raza. De hecho, Gumilla se planteaba en El Orinoco ilustrado y defendido la cuestión del origen de los diversos grupos humanos y de si un grupo podía, con el correr de los siglos, perder su primer origen – descaecer o degenerar – y formar o generar otro grupo.

Antonello Gerbi, el sabio que hace cerca de 75 años desarrolló sus investigaciones en Lima para escribir La Disputa del Nuovo Mondo, eludió ese dato, convencido de antemano de que el Conde de Buffon había sido el Colón de la historia natural americana. Es más: me distancio, con el debido respeto, del gran estudio de Jacques Roger, y propongo que la degeneración – organizada y explicada desde la óptica de la historia conceptual, y colocada en un plano...

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