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  • Modernidades divergentes. El teatro de Pedro de Peralta en la Lima de finales del siglo XVII y principios del XVIII
  • Judith Farré Vidal

Con la fórmula de modernidades divergentes que Julio Ramos acuñó para referirse al contexto político y cultural del siglo xix en América Latina, Pérez-Magallón alude a las “maneras específicas – desiguales y combinadas – por las que cada comunidad ha accedido a su modernidad” (Pérez Magallón 51). Leída así, la expresión de modernidades divergentes resulta útil para calibrar y contener los distintos tránsitos hacia la modernidad, como el que se da con los novatores a finales del siglo xvii. Y, desde esa perspectiva, me propongo abordar la cuestión en el teatro americano de principios del xviii, a partir del caso de Pedro de Peralta.

Así pues, pensando en esas “maneras específicas y desiguales,” puede plantearse el acceso de los virreinatos americanos hacia su modernidad teatral a finales del siglo xvii y principios del xviii. En términos generales, es una época en la que resulta patente y manifiesta la necesidad de cambio, aunque en lo estrictamente literario no se da una ruptura clara del lenguaje y de las tradiciones barrocas que representan tanto Luis de Góngora como Calderón de la Barca. Con todo, y como viene estudiando Alain Bègue para la poesía, sí puede afirmarse que determinadas circunstancias vitales propician variaciones en nuevos modos de escritura, que desembocarán en un cambio de paradigma. Estableciendo paralelismos entre poesía y teatro, puede decirse que con el cambio de siglo, en lo que atañe al teatro, tampoco se da un quiebre radical en las formas dramáticas, pero sí parece inevitable extraer ciertas variables del contexto de la época que apuntan a unas nuevas circunstancias vitales que determinarán una nueva escritura dramática. Y en ese aspecto coinciden los dos virreinatos más pujantes: Nueva España y Perú.

A propósito de las comparaciones que pueden hacerse entre los dos virreinatos americanos, antes de pasar al análisis de las variables que rodean [End Page 393] la ambientación vital del teatro de Peralta resulta revelador el comentario de Leonard, el único editor moderno hasta la fecha de sus obras dramáticas, donde confiesa cómo surge su interés por el escritor:

Al practicar, algunos años ha, unas investigaciones sobre el polígrafo más célebre de la época colonial en la Nueva España, don Carlos de Sigüenza y Góngora, tropecé con el nombre del criollo peruano, don Pedro de Peralta Barnuevo, cuya erudición portentosa, igual si no superior a la del mexicano, despertó mi curiosidad y me estimuló a emprender un estudio más detenido de esta figura tan destacada en la historia de la cultura del Perú colonial.

(Pedro de Peralta 5)

Más allá de los elogiosos comentarios de Leonard, no hay duda de que tanto Sigüenza como Peralta, junto con Sor Juana Inés de la Cruz, comparten perfiles singulares, en los que, además de sus escritos, destacan las circunstancias vitales que los rodean. Más recientemente, en esta línea, Ruth A. Hill publicó una excelente monografía en la que, para analizar la ciencia, la estética y la ideología en España y América de 1680 a 1714, recurría al estudio de cuatro personajes: Sor Juana Inés de la Cruz, Gabriel Álvarez de Toledo, Pedro de Peralta y Francisco Botello de Moraes. Su trabajo muestra cómo, efectivamente, dos generaciones de intelectuales conforman un mosaico distinto en el que se vislumbra un novedoso mapa mental.

Cultura letrada, erudición y correspondencia

La mayoría de trabajos que se ocupan de la figura de Pedro de Peralta insisten en su erudición y universalidad. El primero en hacerlo fue Feijoo en su Theatro universal, al citarlo como un “sujeto de quien no se puede hablar sin admiración porque apenas (ni aun apenas) se hallará en toda Europa hombre alguno de superiores talentos y erudición,” y añade incluso que “echando los ojos por los hombres eruditos...

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