Abstract

In the past fifteen years, many Latin American cities have sponsored programs that promote reading through their city’s public transportation systems. This article analyzes two of these programs, Libro al Viento in Bogotá, Colombia, and Santiago en 100 Palabras in Santiago, Chile, framed with examples from Buenos Aires, Argentina. These programs insert stories into public space to enhance social interaction and develop a positive sense of local belonging. Literary reading is harnessed as a socially embedded practice that can facilitate change, in response to previous periods of censorship and repression under dictatorship (in Chile) and political violence (in Colombia). Shifting the view of reading from an individual to a collective experience rather than focusing on functional literacy, these initiatives put literary reading to the service of civic and community development. The programs emerged during a period of increased investment by municipal governments in public space, including renovated subways and new bus rapid transit systems, and rely on a combination of public and private sponsorship. The intricate relationship between urban infrastructure and literary culture in these contemporary programs challenges but also perpetuates the role of the “lettered city.”

Abstract

Desde hace quince años, varias ciudades latinoamericanas auspician programas de promoción de lectura a través del sistema de transporte público. Este artículo analiza dos de estos programas, Libro al Viento en Bogotá, Colombia y Santiago en 100 Palabras en Santiago de Chile, enmarcados con algunas referencias a iniciativas en Buenos Aires, Argentina. Estos programas introducen la literatura en el espacio público para promover la interacción social y desarrollar una concepción positiva de pertenencia local. La lectura literaria es utilizada como práctica social integrada que puede facilitar cambios como respuesta a períodos previos de censura y represión bajo dictadura (en Chile) y de violencia política (en Colombia). Entendiendo la experiencia de la lectura no como individual sino como colectiva, y en lugar de enfocarse en la alfabetización funcional, estas iniciativas ponen la lectura literaria al servicio del desarrollo cívico y comunitario. Los programas nacen en un periodo en que los gobiernos municipales realizan importantes inversiones en el espacio público, que incluyen la renovación de sistemas de subte y nuevos sistemas de buses, y dependen de una combinación de auspicio público y privado. La relación intrincada entre infraestructura urbana y cultura literaria en estos programas desafía al mismo tiempo que perpetúa el rol de la “ciudad letrada”.

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