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Reviewed by:
  • Alfonso Reyes / Antonio Mediz Bolio. Correspondencia (1921-1957) ed. by Zulai Marcela Fuentes y Alfredo Tapia Sosa
  • Maricruz Castro Ricalde
Fuentes, Zulai Marcela y Alfredo Tapia Sosa, ed., presentación y notas. Alfonso Reyes / Antonio Mediz Bolio. Correspondencia (1921-1957). Mérida: Consejo Nacional para la Cultura y las Artes y Secretaría de la Cultura y las Artes de yucatán, 2013. 142 pp.

Este volumen se une al ya vasto cuerpo de obras dedicadas a documentar los intercambios epistolares del regiomontano universal como lo son los dedicados a Pedro Henríquez Ureña, Julio Torri, Genaro Estrada, Antonio Castro Leal, Octavio Paz, por mencionar unos cuantos. Todos ellos dan fe de la importancia concedida por Reyes al género y de la conciencia creciente de qué papel desempeñaba éste en el cuerpo general de su producción literaria. Es decir, cuando le envía su primera larga misiva a Mediz Bolio, en 1922, no sólo se dirige a él sino a muchos otros posibles lectores; sabe que servirá de prólogo así como otras de sus cartas fungirán como documentos de presentación, de recomendación, incluso como reseñas bibliográficas y artículos periodísticos.

Los responsables de la publicación hacen constar la reproducción de veintisiete cartas, dos notas y dos telegramas, provenientes de los fondos de la Capilla Alfonsina y del Archivo Histórico de El Colegio de México. Gracias a ellos aflora la cercanía existente entre ambos escritores a principios de los veinte, cuando coincidieron durante poco más de un año en la legación mexicana en España. Las cartas de Mediz Bolio, desde su nuevo nombramiento en Bogotá, dan cuenta de su admiración y de una necesidad sincera por continuar las charlas añoradas, cuando los dos podían despojarse de las preocupaciones oficinescas, tal y como las designaba Reyes. Dado el tiempo libre, el “aburrimiento” y el “aburramiento” experimentado por el yucateco en Bogotá (32), le escribe a su amigo cinco largas misivas en donde no titubea en expresarle todo tipo de sentimientos y hablarle con el corazón en la mano acerca de su malestar por haber sido arrancado de su paraíso español.

Reyes, en cambio, es muchísimo más parco. Apenas unos meses después de haber dejado Madrid, el autor de A la sombra de mi ceiba (1956) se refiere a la “minúscula carta” enviada por su amigo. Hacia noviembre, después de haber sido trasladado a Buenos Aires, se entrevé que no ha tenido noticias de él, pues sólo puede suponer – según asienta – que ha recibido sus últimas cartas de Colombia y Panamá. En repetidas ocasiones, en los dos primeros años desde sus días madrileños, Mediz Bolio formula una misma petición, expresada de distintas maneras. Desde el vehemente “A todas horas lo recuerdo y lo extraño” (27) o “Ni un solo día ha dejado usted de hacerme una falta inmensa” (39) hasta “no me deje sin sus letras” (31) y “Escríbame largo. [End Page 165] No me abandone” (35). Después de ese lapso, modificará esas desbordadas expresiones y reducirá sus confidencias.

Mediz Bolio es un escritor prestigiado a principios de esa década. Su poema “Manelich” es memorizado y declamado, sus obras teatrales son montadas en los escenarios mexicanos. Pero aún no ha publicado su texto más célebre, La tierra del faisán y el venado (1922). Por su parte, cuando los amigos se separan en Madrid, el autor de Visión de Anáhuac (1917), a los treinta y dos años, es ya en una referencia dentro del mundo intelectual hispanoamericano, cuenta con un gran número de interlocutores epistolares y prácticamente está comenzando su periplo diplomático. Sus recorridos por Europa (principalmente España y Francia) y Latinoamérica acrecentarán sus contactos con escritores y gestores culturales de esos lares así como sus vínculos con las principales publicaciones de la época. El derrotero de Mediz Bolio es muy distinto. Su carrera diplomática cesa en 1931, después de haber cumplido funciones...

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