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  • Cortázar, lector de lo(s) mexicano(s):Primer viaje
  • Pablo Brescia

1. Alguien que anda por México

A treinta años de la muerte y cien años del nacimiento, puede afirmarse que la obra y la figura de Julio Cortázar disfrutan de una saludable perdurabilidad. Una primera reactivación de su nombre ocurre en 1994, en el décimo aniversario de su deceso. Ese año, Alfaguara publica en dos volúmenes los Cuentos completos, con un prólogo de Mario Vargas Llosa que declara “enormemente liberador y refrescante encontrarse de pronto, entre las prestidigitaciones de Cortázar” (16). También en 1994 la misma editorial reúne la Obra crítica (que no es completa) en tres volúmenes, con introducciones de reconocidos especialistas en Cortázar como Saúl Yurkiévich, Jaime Alazraki y Saúl Sosnowski.1 Casi diez años más tarde, en el 2003, los ecos cortazarianos se ampliarían con el inicio de la publicación en seis tomos de sus Obras completas por el Círculo de Lectores/Galaxia Gutenberg. Y como colofón de la vigencia de Cortázar pueden mencionarse, por un lado, la recopilación de las Cartas en tres volúmenes que aparecieron en el año 2000 y luego fueron ampliados a cinco en el 2012, y, por otro, la reciente publicación de dos libros que reúnen textos anteriormente ausentes del corpus: Papeles inesperados (2009) y Clases de literatura. Berkeley 1980 (2012). Hechos como éstos – la reedición e integración de escritos; las obras completas, la recopilación de las cartas, la publicación póstuma de textos – auguran la posteridad, es decir, la lectura, la crítica, la reevaluación y el redescubrimiento de la obra.

En Latinoamérica, Cortázar ha sido leído y discutido en todo el continente, con menciones especiales, por una parte, a Cuba y Nicaragua, dado el [End Page 81] compromiso contraído por el escritor con los procesos políticos de esas naciones en momentos específicos de su historia, y, por otra, a Argentina, por su especial condición de escritor “exiliado” de ese país. En el siglo veinte Cortázar fue especialmente relevante para el horizonte cultural latinoamericano en los años sesenta y setenta; como alguna vez dijo Gabriel García Márquez, era para muchos “el argentino que se hizo querer de todos.”

Específicamente en el caso de México en su relación con la literatura argentina en general y con Cortázar en particular, puede anotarse que si bien la obra de Jorge Luis Borges ha tenido una gran repercusión e influencia en ese país y es objeto de congresos, encuentros y publicaciones, es el autor de Rayuela quien tiene una cátedra a su nombre en la Universidad de Guadalajara, inaugurada el 12 de octubre de 1994 por sus compañeros del Boom García Márquez y Carlos Fuentes.2

Mas Cortázar no es patrimonio exclusivo de instituciones. En México, para ese tipo especial de lectores que son los escritores, ha sido y es un escritor vivo. Muchos han conversado o debatido con él o escrito bajo su influjo.3 Hoy su obra pertenece a la historia literaria y, sin embargo, una muestra de su actualidad se encuentra, por ejemplo, en los tres números que la Revista de la Universidad de México le ha dedicado en los últimos diez años. A raíz de la conferencia Julio Cortázar revisitado que tuvo lugar en la cátedra antes mencionada, en el 2004 se publican en la revista algunos de los textos expuestos en aquel encuentro. Hay ensayos de varios escritores latinoamericanos importantes (García Márquez, Sergio Ramírez, Tomás Eloy Martínez) y de escritores mexicanos como Carlos Monsiváis, Hernán Lara Zavala, Ignacio Solares y Gonzalo Celorio – cubano-mexicano –, entre otros. Nueve años después, en agosto del 2013, la misma revista presenta un dossier por los cincuenta años de Rayuela; vuelven a aparecer Lara Zavala, Solares y Celorio y se suman Rosa Beltrán y Juan Villoro...

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