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  • Creer para ver. Destino heroico en el Quijote
  • Antonio Cortijo Ocaña

Ver para creer es la frase que suele asociarse a la condición intelectual del discípulo santo Tomás (Juan 20: 24), pues necesita, perdiendo por ello mérito al pedir pruebas, que le muestren la llaga de la crucifixión para conocer en la figura que se ha presentado a sus condiscípulos a su maestro, ya que no confía en el testimonio de éstos. Jesús, acertadamente, se lo reprocha. La fe es una creencia en busca de una justificación, diría más tarde san Agustín (credo ut intelligam [san Anselmo, Proslogion I; Migne vol. 158]), y con él santo Tomás de Aquino, queriendo conciliar fe y razón. La creencia del paciente afecta de modo manifiesto lo que ve. Don Quijote de modo semejante modela su gnosis y su praxis de acuerdo a un acto de fe, un salto en el vacío que consigue llenar de sentido su existencia. En un episodio en concreto, durante su estancia en la cueva de Montesinos, este salto llega a afectar a algunos de los personajes centrales de la obra. Sancho parece dudar claramente de la veracidad de lo narrado por don Quijote, diciendo que se trata de una mentira y convenciéndose, por ello, de la locura de su amo. Don Quijote protesta enérgicamente y hace saber a Sancho que llegará un momento en que éste podrá creer aun las cosas que tienen dificultad y le parecen imposibles: “Pero andará el tiempo, como otra vez he dicho, y yo te contaré algunas de las que allá abajo he visto, que te harán creer las que aquí he contado, cuya verdad ni admite réplica ni disputa.” Cide Hamete, más precavido, expresa sus dudas también pero suspende su incredulidad, al menos temporalmente o quizá con su habitual sorna y ambigüedad: “Pues pensar yo que don Quijote mintiese, siendo el más verdadero hidalgo y el más noble caballero de sus tiempos, no es posible; que no dijera él una mentira si le asaetearan. Por otra parte, considero que él la contó y la dijo con todas las circunstancias dichas, y que no pudo fabricar en tan breve espacio tan gran máquina de disparates; y si esta aventura parece apócrifa, yo no tengo la culpa; y así, sin afirmarla por falsa o verdadera, la escribo. Tú, letor, pues eres prudente, juzga lo que te pareciere.” [End Page 17]

Ninguno de ellos parece encontrar acuerdo sobre la realidad y la verdad de lo visto y experimentado por el hidalgo. Don Quijote recuerda algo que vio y lo cuenta a sus interlocutores. Con estos elementos (mnesis, gnosis, discurso, percepción) parece que estamos entrando en la postmodernidad del psicoanálisis y teorías de Freud, Lacan y Wittgenstein (Jung, Dehing, Arbib). Pues en esencia Cide Hamete somete a duda la capacidad del lenguaje para representar la realidad, y hasta el estatuto ontológico de realidad y pensamiento. De la historia de su vivencia y del relato (memorístico) de la misma parece haber extraído un modelo de mundo, una reflexión totalizante sobre la verdad de su existencia (Byrne). Las imagines se le representan como reales y es claro que manifiesta un sentimiento de bienestar (wellbeing) al experimentarlas y al recordarlas, confirmando, como quiere Sacks, que su enfermedad o su locura reúne más matices que una simple majadería o un problema psiquiátrico, y que quizá entra en el campo de la psicología cognitiva más que en el de la ciencia cognitiva, pues es la mente (mind) con la que nos la habemos, no simplemente el cerebro (brain).

Todos los elementos que hemos indicado arriba en cursivas son cruciales para la comprensión de la obra en su conjunto, y del episodio en concreto de Montesinos. Y pensamos, de añadidura, que dicho episodio muestra una conexión especialmente imbricada con el de Grisóstomo y Marcela. En éste el ideal tangible del amor cortés choca de bruces como praxis contra la realidad y pierde así toda capacidad para...

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