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  • El verdadero Don Quijote frente al falso caballero andante
  • Beatriz Mariscal Hay

“Guardaos ladrones e imitadores del trabajo y del talento de otros, de poner las manos sobre esta obra maestra.” Con esa amonestación cerraba en 1511 sus xilografías sobre la Vida de la Virgen el gran pintor y grabador alemán Alberto Durero. Pero si bien en los siglos xvi y xvii imitar a los maestros era una forma no sólo aceptada sino inclusive buscada de creación artística, no bastaba con la simple apropiación de la obra de otro, la imitación debía partir de un compromiso con la verdad; lo demás era plagio. Un caso notorio de robo de una obra maestra fue el de Alonso Fernández de Avellaneda, que en 1614 publicó un falso Segundo tomo del ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, que contiene su tercera salida y es la quinta parte de sus aventuras.1

Con esa espuria segunda parte de la obra de Miguel de Cervantes, Avellaneda no solamente se había apropiado, con intenciones diferentes a las de una legítima imitación,2 de las creaturas de Cervantes, don Quijote y Sancho Panza, que habían salido a la luz en 1605 y obtenido un éxito casi instantáneo, sino que lo había hecho con engaños, usando un nombre falso y una procedencia igualmente falsa, algo que Cervantes consideraba indigno.

Del autor de esa falsa segunda parte, publicada en Tarragona, en casa de Felipe Roberto, quien firma como “Alonso Fernández de Avellaneda, natural de la villa de Tordesillas,” Cervantes dice en su “Prólogo al lector” de la verdadera Segunda parte del ingenioso caballero don Quixote de la Mancha: “. . . no osa parecer a campo abierto y el cielo claro, encubriendo su nombre, fingiendo su patria como si hubiera hecho traición de lesa majestad” (II, 34),3 [End Page 9] y agrega que seguramente el demonio había tentado al ladrón con la idea de que podía componer un libro con el que ganara fama y dinero, lo que pasa a ejemplificar con uno de sus famosos cuentos:

Había en Sevilla un loco que dio en el más gracioso disparate y tema que dio loco en el mundo. Y fue que hizo un cañuto de caña puntiagudo en el fin, y en cogiendo algún perro en la calle, o en cualquiera otra parte, con el un pie le cogía el suyo, y el otro le alzaba con la mano, y como mejor podía le acomodaba el cañuto en la parte que, soplándole, le ponía redondo como una pelota, y en teniéndolo desta suerte, le daba dos palmaditas en la barriga, y le soltaba, diciendo a los circunstantes, que siempre eran muchos: – ¿Pensarán vuestras mercedes ahora que es poco trabajo hinchar un perro? – ¿Pensará vuestra merced ahora que es poco trabajo hacer un libro?

(II, 34-35)

Después de la aparición de la primera parte del Quijote, Cervantes había dedicado su ingenio creador a obras como las Novelas ejemplares, que se publicaron en 1613, el Viaje del Parnaso publicado en 1614, las Ocho comedias y ocho entremeses que aparecieron en 1615, además de una segunda parte de la Galatea que no conocemos pero que ofrece en el prólogo a sus Entremeses, y un avance importante de Los trabajos de Persiles y Sigismunda, obra que anuncia en el prólogo a su Segunda parte del Quijote. Todo parece indicar que, si bien el éxito que había obtenido con su Quijote en 1605 seguramente le habría hecho pensar en escribir una continuación, el acicate que lo impulsó a llevar a término esa Segunda Parte del Ingenioso Cavallero don Quixote de la Mancha, que se publica en 1615 fue, indudablemente, la aparición, en 1614, de la falsa segunda parte de su obra, cuyo autor, que no se firmaba con su nombre verdadero, no solamente se había apropiado de sus creaturas, sino que en el prólogo lo había llamado envidioso, viejo y manco, lo que para...

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