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  • “Muchos son los andantes.” A 400 años de la muerte de Cervantes
  • Sara Poot Herrera and Oswaldo Estrada

¿Has visto más valeroso caballero que yo

en todo lo descubierto de la tierra?

¿Has leído en historias otro que tenga

ni haya tenido más brío en acometer,

más aliento en el perseverar, más destreza

en el herir, ni más maña al derribar?

Don Quijote de la Mancha

Mucha razón tiene Ilan Stavans en su reciente libro Quixote. The Novel and the World (2015), al señalar que el Quijote es, sobre todo, una exploración del lugar donde se encuentran nuestro mundo interior y exterior. Y es que toda la narrativa de Cervantes se desplaza en dos dimensiones simultáneas: tanto en las mentes de Don Quijote y su escudero Sancho Panza, como en el mundo físico que ambos atraviesan con un sentido de complicidad (31).

La historia es ampliamente conocida y, sin embargo, sigue cautivándonos en el siglo xxi. Don Quijote ve castillos donde hay ventas; encuentra bellas y doncellas a las mujeres más rústicas y menos agraciadas; constantemente recurre a los libros de caballería que tiene grabados en el alma como única memoria para luchar por causas que él considera justas; y se desvive por una mujer a quien sólo ha visto a la distancia. Sancho, en cambio, es mucho más terrenal. Sigue a Don Quijote no en busca de fama sino de alguna recompensa material por su trabajo y muchos sacrificios. Se preocupa por comer y dormir, recibe la ración más generosa de los golpes, y ni siquiera tiene el consuelo de encomendarse a una hermosa dama. Porque no conoce el código caballeresco, claro está, y porque él únicamente ha estado en contacto con mujeres malgeniadas, algo hombrunas, aquellas que tienen mal aliento y guardan el olor del campo y los rebaños.

Gracias al enfrentamiento de estas dos maneras opuestas de ver y vivir la vida, el discurso cervantino, valga el recordatorio, a manera de “híbrido artístico” [End Page 3] resalta las tonalidades y preocupaciones propias de un dialecto social por medio de otro (Bakhtin 361). Y si vamos desde afuera hacia adentro, o desde las líneas más superficiales de un discurso a los parajes más íntimos donde éste se produce, es porque el texto nos obliga a “experimentar” lo que de una manera privada viven sus personajes. Cuando llegamos al conocido episodio en que Don Quijote se enfrenta a los molinos de viento, por ejemplo, ingresamos al mundo fantástico del viejo hidalgo porque el lenguaje del narrador nos transporta no sólo al campo (de batalla) sino también a la mente de un hombre que se dirige a los molinos como si éstos pudieran razonar. El episodio que ha quedado grabado en el corazón de muchas generaciones revela a Don Quijote como el mejor “embajador de la lectura,” al decir de Carlos Fuentes (Cervantes 75). Ese perfil del hombre que lucha contra unos gigantes porque así ha leído que debe ser nos permite experimentar la anécdota trivial desde el interior del personaje principal, mientras comprobamos, con satisfacción, que el arte no registra cómo es el mundo exterior sino las posibilidades de experimentarlo (Wilder 4).

Ni Don Quijote ni Sancho se comportan como simples personajes ficticios. Don Quijote deja ingresar a su escudero a una realidad fantasiosa que para él es totalmente real. Y Sancho, gracias a este “giro interiorizado” que consigue enfrentar a un mundo interior con otro exterior (Kahler 14), se transforma en el proceso. Precisamente por eso mismo, porque los personajes de la novela son distintos y tienen la capacidad de cambiar a lo largo de la lectura, el Quijote conquista a los lectores de siempre. También están vigentes las historias amorosas de Dorotea y Don Fernando, la de Luscinda y Cardenio, o la del cautivo y la mora, cuyos narradores nos inmiscuyen, desde una visión social amplia y compleja, en ámbitos “domésticos” y “privados” (Watt 442), tan llenos de reveses y derechos que parecen superar los...

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