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  • Ser mujer y estar presente: Disidencias de género en la literatura mexicana contemporánea by Oswaldo Estrada
  • María A. Salgado
Estrada, Oswaldo. Ser mujer y estar presente: Disidencias de género en la literatura mexicana contemporánea. México DF: Universidad Nacional Autónoma de México, 2014. Pp. 308. ISBN 978-6-07025-860-2.

En su introducción a Ser mujer y estar presente, Oswaldo Estrada establece los parámetros de su investigación. Estudia a nueve autoras mexicanas nacidas en el siglo XX, cuya obra marca la presencia de una mujer intelectual que abre nuevas vías de conocimiento en su contexto hegemónico valiéndose de un lenguaje disidente. Dichas obras impugnan la narrativa oficial en torno a la marginación, la colonialidad, la historia y las cuestiones de género, desestabilizando los discursos que promueven la exclusión y la “normalidad”. Ser mujer despliega de manera cronológica y sistemática las inesperadas estrategias—inesperadas desde la perspectiva de la literatura canónica masculina—de estas escritoras. Son estrategias que socavan las narrativas monolíticas construidas por la historia oficial y los escritores hombres, exponiendo desde ángulos [End Page 343] imprevistos e iluminadores injusticias que, aunque silenciadas, son parte integral del tejido de la sociedad mexicana.

El libro consta de nueve capítulos agrupados en tres partes: “Debates del silencio y la palabra”, “Historias, cartas y cuerpos” y “Disidencias de identidad”. “Debates del silencio y la palabra” enfoca figuras que pudiéramos llamar fundacionales, Nellie Campobello (1900–86), Rosario Castellanos (1925–74) y Elena Poniatowska (1932–). Para Estrada, el reto a la narrativa oficial no es explícito en Campobello—la primera en desestabilizar el homogéneo discurso masculino de la Revolución Mexicana. No obstante, su representación de la figura de la mujer en forma de cuerpos fragmentados inscribe su marginación social y traiciona el deseo de Campobello de trascender la subordinación femenina. En contraste, Castellanos hace sentir su presencia por medio de su insistencia explícita en representarse y representar a los que no pueden hacerlo con “una voz decidida a combatir la pasividad y el ninguneo femenino, o la falta de caracterización de la mujer dentro y fuera de la literatura” (65). Y Poniatowska, como cronista y en su obra en general, se convierte en la conciencia de México, identificándose con los desamparados e indefensos para denunciar la discriminación, la desigualdad y la corrupción.

En la segunda parte, “Historias, cartas y cuerpos”, Carmen Boullosa (1954–), Mónica Lavín (1955–) y Margo Glantz (1930–) asaltan la normatividad del discurso canónico desde otros ángulos. Boullosa emplea el entramado de la novela histórica para cuestionar el pasado, introduciendo versiones alternativas—articuladas por los vencidos y marginados—que rebaten y desestabilizan la monolítica narrativa hegemónica de la historia oficial. Lavín se apropia del discurso de Sor Juana Inés de la Cruz (1648–95), la figura intelectual más importante y polémica del Barroco mexicano, para hacerla re-escribir su vida en las cuatro cartas apócrifas de su novela Yo, la peor (2009). Lavín presta su pluma a Sor Juana para que, contrario a la versión oficial—o al menos aceptada hasta hace poco—que la hace morir penitente y alejada de sus libros, participe en la crítica sorjuanina actual desde la postura subversiva de la intelectual rebelde que fue hasta su muerte. Por su parte, Glantz agrede al lector, forzándole a cuestionar las categorías de género tradicionales. Sus imágenes enajenantes, cargadas de crueldad y erotismo, revelan la construcción artificiosa de las etiquetas de hombre y mujer que la cultura ha impuesto sobre los cuerpos, y que ha revestido de una falsa aura de autenticidad. Su desestabilización genérica establece identidades que se alejan de definiciones totalizantes para promover lo discontinuo y alterno.

“Disidencias de identidad”, la tercera parte, incluye a Rosa Beltrán (1960–), Cristina Rivera Garza (1964–) y Guadalupe Nettel (1973–). Estrada apunta que Beltrán, tanto en su reconstrucción novelesca del pasado como en su escritura sobre el mundo actual, crea un discurso...

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