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  • Entrevista con Clara Obligado
  • Adrián Ferrero

Clara Obligado nació en Buenos Aires. Exiliada política de la dictadura militar, desde 1976 vive en España. Es Licenciada en Literatura y ha dirigido los primeros talleres de Escritura Creativa que se organizaron en España, actividad que ha llevado a cabo para numerosas universidades y diversas instituciones y que realiza también de forma independiente. En 1996 recibió el premio Femenino Lumen por su novela La hija de Marx. Ha publicado con la Editorial Páginas de Espuma su volumen de cuentos El libro de los viajes equivocados, Las otras vidas y las antologías Por favor sea breve 1 y 2, señeras en la implantación del género de la minificción en España. Otros de sus libros son las novelas No le digas que lo quieres, Si un hombre vivo te hace llorar y Salsa. Tiene numerosos volúmenes de ensayo, entre los que podemos mencionar Mujeres a contracorriente y De qué se ríe la Gioconda. Es colaboradora en medios periodísticos. Su obra ha sido traducida a diferentes idiomas.

Adrián Ferrero:

¿Podrías contarnos por favor Clara cómo fueron tu infancia y adolescencia en Buenos Aires? Tus primeros recuerdos, cómo estaba integrada tu familia, cómo era la casa en la que vivías, alguna primera escena de lectura que recuerdes?

Clara Obligado:

Provengo de una familia dedicada a la literatura porque mi bisabuelo era Rafael Obligado así que me crié entre libros, ya que teníamos parte de su biblioteca. Como alguien ama la madera porque proviene de una familia de carpinteros, pero a la vez la considera normal, yo amaba los libros. Para mí leer es como respirar, como comer, no me recuerdo lejos de los libros. En casa todo el mundo leía. Mi padre con más solemnidad, su padre había sido fundador de la Academia de las Letras, y hacía de esta tradición parte de su identidad. Mi madre, en cambio, devoraba lo que le caía en las manos, sin orden ni concierto. Creo que de ella saqué la idea de que leer es un placer y, de mi padre, que los libros son algo importante. Era, además, una familia de clase alta, de derechas, muy rígida. Cinco hermanos que crecimos en manos de niñeras y unos padres que no sabían serlo. No tuve una buena infancia. Faltaba cariño, cuidado, cercanía. Mi madre, además, era bastante desequilibrada. Mi padre, ausente. Vivíamos en casas grandes y lujosas, amuebladas como si estuviéramos en el siglo XIX, donde había toda una zona que casi no se podía tocar. Pasábamos los veranos en el campo, aislados. Luego, un colegio francés muy rígido, de monjas. Fue una infancia curiosa, que a veces me parece de otra época–y ya lo es- pero con muchos elementos que no son corrientes en otras infancias. [End Page 184]

AF:

¿Llega temprana la escritura a tu vida o es una vocación que demora en consolidarse? ¿Cómo fue la evolución de este oficio hasta devenir escritora definitivamente?

CO:

Nunca quise ser escritora. En mi familia ya había suficientes escritores y eran hombres, poetas y muy serios. No me sentía identificada con esa manera de ser, así que, aunque decidí a los 10 años que me iba a dedicar a la literatura, lo que yo quería era ser profesora y crítica. Era difícil buscar mi identidad en un medio tan cargado de símbolos y de tradiciones. Y, de alguna manera, con los Talleres, he logrado un espacio donde me siento muy cómoda y donde tengo un contacto más que interesante con autores nuevos, con propuestas que están naciendo. La idea de escribir fue muy tardía. O, más bien, la idea de publicar. Porque escribir, creo que siempre he escrito, pero sin el sueño de publicar, que me era indiferente por completo.

AF:

¿Cómo fue tu paso por la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA? ¿Fue pacífico, de...

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