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  • Presentación
  • Lucía Stecher Guzmán

El 2014 se celebró en distintos lugares del mundo de habla hispana el bicentenario de Gertrudis Gómez de Avellaneda (1814-73). La efeméride intensificó lo que ya venía ocurriendo desde hacía unas décadas en torno a la obra de la escritora cubana: la producción de estudios críticos, la circulación de debates muy interesantes en torno al sentido y los alcances de sus propuestas éticas y estéticas, la reedición de libros que desde hacía mucho tiempo se hallaban fuera de circulación y la organización de congresos en torno a su producción literaria.

En Chile, en el marco de las VIs Jornadas Caribeñistas, organizadas anualmente desde 2009 por el Centro de Estudios Culturales Latinoamericanos de la Universidad de Chile, tuvimos también un simposio dedicado a Gómez de Avellaneda. Los artículos que reúne este Dossier surgen en gran parte de los trabajos presentados en estas Jornadas, en las que pudimos compartir, discutir y reflexionar en torno a la trayectoria literaria y prolífica producción de esta excelente escritora.

Gertrudis Gómez de Avellaneda nació en 1814 en la ciudad de Puerto Príncipe, actual Camagüey, en el seno de una familia acomodada conformada por un padre español y una madre cubana. Muchos miembros de la familia materna de Avellaneda—los Aliaga y Betancourt—tenían posiciones progresistas en relación con la educación de las mujeres, la que impulsaron a través de la fundación de instituciones educativas y la publicación de textos que buscaban demostrar la necesidad de incorporar a las mujeres al incipiente sistema escolar (Davies 436). Avellaneda no fue al colegio y por ser mujer tampoco pudo asistir a la Universidad de La Habana, pero recibió en su hogar una formación bastante completa y de avanzada: tuvo clases de literatura, francés, inglés, matemáticas, música, dibujo y canto, y gracias a la amplia biblioteca familiar pudo acceder a la obra de autores contemporáneos. También fue guiada por muchos tutores, entre ellos el poeta romántico José María Heredia, que aunque estuvo poco tiempo a cargo de su educación, ejerció una importante influencia en su escritura. [End Page 5]

En 1836 Avellaneda y su familia parten a vivir a España. Su padrastro español estaba preocupado por la inestabilidad política de Cuba y la futura escritora tenía mucho interés en dejar la isla después de haber rechazado un matrimonio arreglado por su familia. El viaje a la metrópolis le permitió entrar en contacto con los círculos literarios más importantes de su época, primero en Sevilla y después en Madrid. En esta ciudad aparecen sus dos primeras novelas—Sab de 1841 y Dos mujeres de 1842-43—, estrena obras de teatro y colabora con poemas y traducciones en periódicos y revistas literarias.

Si bien el movimiento romántico significó una renovación estética e ideológica favorable a la escritura de mujeres—principalmente por su valoración de sentimientos asociados con lo femenino, como la sensibilidad, la emoción, los afectos, el amor—, también planteó importantes desafíos a autoras que se veían obligadas a negociar entre la construcción de sujetos románticos femeninos (apasionados, deseantes, activos) y los modelos de moral y conducta impuestos a las mujeres de la época (Kirkpatrick). Además, los escritores románticos españoles resistieron activamente el ingreso de las mujeres al campo literario y tendieron a masculinizar a aquellas que, pese a las dificultades, lograron posicionarse en él. Es conocida la frase que Bretón de los Herreros dedicó—como un supuesto elogio—a Avellaneda: “¡¡¡Es mucho hombre esta mujer!!!”—(cit. en Servera 19). Pese a la calidad de su obra literaria y a sus activos esfuerzos para posicionarse y ser reconocida en el espacio de las letras españolas, Avellaneda no fue aceptada en su postulación a la Real Academia Española. La autora tuvo muy claro que este rechazo no se debía a que le faltara talento...

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