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  • Una imagen-fantasmaRecorre Las Pantallas… La Muerte De Franco Como Evento Monstruo1
  • Nancy Berthier

En un artículo de 1972, Pierre Nora anunciaba el retorno del “evento” como categoría historiográfica, a contracorriente de la historia de las mentalidades, en la medida en que, según observaba, “la modernidad genera el evento, a diferencia de las sociedades tradicionales”2. El amplio desarrollo de los medios de comunicación unido a una circulación de la información en unos plazos cada vez más reducidos, a lo largo del siglo XX, ha producido lo que Nora bautiza el “evento monstruo” (“événement monstre”), un tipo de acontecimiento que rompe radicalmente con la cotidianeidad rutinaria de los hechos, que invade momentáneamente el espacio mediático y cuya especificidad radica “menos en lo que traduce que en lo que revela o desencadena”3.

El fallecimiento de Francisco Franco, el 20 de noviembre de 1975, entra en la categoría del evento monstruo. Primero en la medida en que la desaparición biológica de Franco marca una ruptura histórica, en su doble sentido de final y principio. Es cierto que la Transición como paso de un régimen dictatorial a un modelo democrático desborda ampliamente la fecha del 20 de noviembre, tanto en el periodo anterior como posterior4. Cierto también que el dictador pensaba haberlo dejado todo “atado y bien atado”5 al poner en marcha un sistema de sucesión a la jefatura del Estado a favor del entonces príncipe Juan Carlos de Borbón6. No obstante, la realidad biológica de la muerte del entonces jefe del Estado pone un inapelable punto final al régimen, como elemento desencadenante, dejando incierto el porvenir. Se cierra entonces una página de la historia del país y se abre otra.

Evento monstruo, la muerte de Franco lo es también por su integración plena a una sociedad del espectáculo de la que el régimen se vale en un designio estrictamente propagandístico. Los medios de comunicación al unísono elaboran el relato del evento, de una manera invasora y excluyente, propia de un régimen dictatorial y en la línea ideológica seguida desde los inicios del régimen7. En el conjunto de representaciones, que involucra todos los medios y se plasma en distintos soportes (prensa, radio, cine, televisión, cartelísticas, foto), ha desempeñado un papel determinante la dimensión audiovisual porque España ya había entrado de lleno en la era de la modernidad mediática, libertad de expresión aparte. Además, [End Page 69] para un régimen fundamentado en el culto al líder carismático, la cuestión de la última imagen era decisiva. De manera que tanto a nivel de la televisión, en particular con la “magia del directo”, como del noticiario cinematográfico, con la realización y difusión rápida de una edición especial de NO-DO8, unas imágenes consumibles ora en privado, ora en locales públicos, se impusieron, marcando las memorias. Y esto, no solamente por su impacto en el momento mismo, sino también y sobre todo por su posterior migración, de pantallas en pantallas, con una impresionante capacidad para resucitar regularmente y resemantizarse.

Una de ellas está teniendo una vida particularmente duradera: se trata del anuncio televisivo de la noticia del fallecimiento del dictador por el entonces jefe de gobierno, Carlos Arias Navarro, en la mañana del 20 de noviembre de 1975. Ese pequeño episodio de unos minutos ha sido reempleado regularmente, a veces reducido a unos segundos, en el cine, la televisión, y ahora en internet, para imponerse como una de las imágenes más representativas del evento monstruo, hasta la actualidad, condensada en un sólo momento. Después de presentar brevemente esta imagen-fuente, ubicándola en su contexto, ilustraré su capacidad para migrar poniendo de realce los mecanismos de reelaboración de su significado—y por consiguiente del evento al que remite—en una perspectiva de estudio de su recepción; se trata de entender...

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