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  • Juegos de absurdo y risa en el drama by Claudia Gidi
  • Tania Balderas
Gidi, Claudia. Juegos de absurdo y risa en el drama. México D.F.: Ediciones sin nombre, 2012: 108 pp.

Ríe, ríe,aunque tengas pena,sólo ríe, ríe,ríe como hiena,sólo ríe, ríe,aunque no se pueda,sólo ríe, ríe,lleno de problemas,agobiado y sin hogar

– Cucho Lambretta, 31 minutos

Dentro de la colección Relámpago la risa, punto de difusión de ensayos originales que indagan sobre la presencia de la risa en la historia de la filosofía y la literatura, encontramos el ensayo “Juegos de absurdo y risa en el drama”, una propuesta de Claudia Gidi, que nos invita a explorar la particular faceta que el fenómeno de la risa adquiere dentro del Teatro del Absurdo. [End Page 203]

Cinco son los principales objetivos de su autora: identificar algunos momentos significativos del arte dramático en que resulta esencial la intervención de elementos del absurdo, repasar algunas de sus filiaciones filosóficas (especialmente su conexión con el existencialismo), lograr una caracterización abarcadora del Teatro del Absurdo como fenómeno artístico, sondear cómo se manifiesta este teatro dentro de la tradición hispanoamericana y defender la risa como elemento central en la configuración dramática del absurdo de posvanguardia.

Todo comienza con la etimología de la palabra “absurdo”, que ligada a la sordera, sugiere algo incomprensible. De ahí que lo absurdo se haya convertido en un medio para construir universos alejados de la visión dominante, racional y perfectamente lógica. Es en virtud de esta distancia como adquiere, en gran parte, su carácter liberador.

Luego de haber identificado personajes del arte dramático en los que la intervención del absurdo es evidente, como mimos, bobos, tontos y graciosos de los siglos XVI y XVII, o como Arlequino y Trufaldino de la Commedia dell’arte, Gidi se detiene en los antecedentes directos del teatro del absurdo: la célebre farsa Ubu rey, de Alfred Jarry, estrenada en 1896, y la Patafísica, obra del mismo autor, donde se determina que “si el pensamiento es incapaz de hacernos comprender los asuntos más esenciales, como la muerte, se puede concluir que la razón es, en sí misma, absurda y ridícula” (20).

Además de los precursores del teatro del absurdo que encontramos en las vanguardias artísticas del siglo XX (especialmente en el dadaísmo y en el surrealismo), Gidi señala también a Antonin Artaud y a Luigi Pirandello como dramaturgos esenciales en este proceso que culmina con el estreno de La cantante calva de Ionesco, en 1950. En su repaso de las filiaciones filosóficas que rodean a este fenómeno, Gidi parte de un cuestionamiento básico: “¿Qué es lo irracional?”, pues en el ámbito filosófico existen dos caminos para resolver esta incógnita: por un lado, el de quien desconfía de la razón como medio para comprender al ser humano y valida como fuentes de conocimiento la fe, el sentimiento, la intuición; y por otro, el de quien encuentra una falta de sentido racional en la existencia que, por lo tanto, puede calificarse de absurda.

Así, tras revisar someramente las posturas de Schopenhauer, Kierkegaard, Nietzsche, Sartre y Camus se observa que, en general, la discusión filosófica en torno al absurdo de la existencia humana está marcada por los tonos sombríos del dolor y la angustia; y por lo tanto, se encuentra alejada de cualquier manifestación lúdica, lo que conforma una gran diferencia entre la concepción de absurdo que describe la filosofía y aquella que desarrollan los dramaturgos, pues para estos el absurdo constituye una visión de mundo que se articula mediante la risa y el juego (49), razón por la cual sus propuestas estéticas se alejan de la argumentación lúcida de los existencialistas para sumergirse en el sinsentido de la condición humana a través de recursos artísticos como la fragmentación...

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