Lola vende ca (2002) y la comunidad gitana: la multiplicidad como forma de comunicación

Tabletas y smart phones han puesto el mundo al alcance de la mano. Nos han traído el espejismo de un mundo en el que no queda nada por descubrir. Hablo de espejismo porque esa cercanía absoluta de la comunicación no ha sido suficiente para acabar con nuestra ignorancia respecto a muchos grupos humanos, minorías étnicas, religiosas o culturales, entre las cuales podemos situar a la comunidad gitana.

Tras quinientos años de convivencia, la comunidad gitana continúa siendo un enigma para la mayor parte de la sociedad española. En un intento de dar luz a ese enigma, el director Llorenc Soler crea la película Lola vende ca (2002), en la que los mismos gitanos nos hablan de sus experiencias, miedos y deseos. En la encrucijada global de la comunicación, Soler se percata de la imposibilidad de comunicar la experiencia gitana con una narrativa lineal y única, y recurre a la multiplicación: multiplicación de géneros cinematográficos, multiplicación de receptores, multiplicación de perspectivas. La multiplicación se convierte de esta forma en la estrategia del director para abarcar la complejidad de las comunidades gitanas, posibilitando un acercamiento a esas realidades tan lejanas – si bien no geográfica, sí psicológicamente – para la mayoría del público español.

La multiplicación, a fin de cuentas es, como Gianni Vattimo afirma, el lugar en el que residen nuestras esperanzas de emancipación (78). Muertas las grandes narrativas, Vattimo apunta a “la multiplicación vertiginosa de la comunicación, este ‘tomar la palabra’ por parte de un creciente número de subculturas” como responsable último de una nueva versión de nuestro mundo, la versión posmoderna (78). En ese esfuerzo de multiplicación es donde encaja el trabajo de Soler, como productor y director de cine independiente. En una sociedad en que los medios de comunicación se ven influidos – sino controlados – por los intereses de las corporaciones que los financian y, en consecuencia, las grandes narrativas en vez de “muertas” se ven muchas veces reafirmadas, el cine independiente se convierte en un espacio de resistencia, un espacio donde sí caben las voces que los medios convencionales a menudo excluyen o estereotipan.

Precisamente son los medios independientes, como el cine producido/dirigido por Soler, los que posibilitan la multiplicidad, haciendo visibles diferentes formas de pensamiento y de vida, dando lugar a un sentimiento que Vattimo denominó “extrañamiento,” y que no consiste en otra cosa que la libertad para decidir nuestra forma de vida una vez que hemos sido expuestos a múltiples posibilidades. Los caminos abiertos se multiplican a medida que las voces de los tradicionalmente ignorados suben de volumen. Este ensayo explora esa multiplicidad, usada por el director Llorenc Soler en Lola vende ca para entablar un diálogo entre elementos dentro y fuera de la película, un diálogo que posibilita una mejor comprensión de las experiencias y cultura gitanas.

La multiplicación de géneros cinematográficos se sitúa en el corazón mismo de la película. Por un lado, el filme narra la historia ficticia de dos jóvenes enamorados, Juan y Lola, él gitano y ella criada como gitana, pero cuyo origen real no descubrimos hasta el final. En base al misterio del origen de Lola y la desaprobación del amor por parte de la familia de Juan, se crea una obra dramática que sirve como instrumento para mostrarnos algunas costumbres de las comunidades gitanas en España. Más útil a este objetivo resultan aún las continuas entrevistas que se intercalan con la historia de amor. Exceptuando a la protagonista, Lola, interpretada por la actriz Cristina Brondo, ninguno de los demás participantes en la película es actor profesional, sino que son miembros de una comunidad gitana catalana. Durante la filmación de Lola vende ca, el director entrevista a muchas de estas personas – actores y actrices momentáneos –, y el producto final es un filme en que el drama se mezcla...