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  • Primeras formulaciones occidentales sobre el indio americano:La maravilla ante su “monoteísmo” y su desnudez
  • Mercedes Serna Arnaiz

Para autores como Stephen Greenblatt, la maravilla es la reacción producida por la experiencia de una “alteridad radical” que por resultar demasiado difícil de asimilar puede llevar a su rechazo, negación o destrucción.1 Sin embargo, la maravilla también puede ser conceptualizada en términos de empatía, lo que, de algún modo, sentaría las bases de un contacto más constructivo. En mi opinión, la maravilla sentida ante la belleza física de los indios americanos, que fue conceptualizada por autores de espíritu humanístico como paradigma de la belleza física humana, así como ante su presunto monoteísmo o facilidad de recibir el cristianismo, evitó que se viese a los indígenas como una “alteridad radical” a ignorar o destruir, sino, antes bien, como una posibilidad de educar y europeizar.

Posiblemente, las características que más asombraron a los europeos, en su primer contacto con los aborígenes americanos, fueron la de su presunto “monoteísmo,” ausencia de religión o facilidad de conversión, y la de su desnudez, entendida esta como representación de la inocencia. Tanto las primeras cartas del descubrimiento escritas por Colón, Vaz de Caminha o Vespucio, como los textos de Pedro Mártir2 o de los franceses del siglo xvi3 sobre [End Page 93] el Nuevo Mundo coinciden en la imagen de un indio fácil de adoctrinar, dócil y de suma belleza.4 Estos rasgos influirán en la visión de la conquista, marcada, desde sus primeras formulaciones, por la dicotomía que se establece entre unos nativos inocentes como niños, o salvajes y satánicos. “Son la mejor gente del mundo y más mansa,” afirma Colón (Alvar, Diario II: 151) y Vespucio y Vaz de Caminha quedarán absortos por su belleza, el cuidado de su cuerpo y la armonía de sus formas. En la primera “Carta de Descubrimiento,” dirigida a Luis de Santángel, Colón describe sus primeras impresiones en los siguientes términos:

La gente de esta isla y de todas las otras que he hallado y he habido noticia, andan todos desnudos, hombres y mujeres, así como sus madres los paren, aunque algunas mujeres se cobijan un solo lugar con una hoja de hierba o una cosa de algodón que para ello hacen. No tienen hierro, ni acero, ni armas, ni son para ello; no porque no sea gente bien dispuesta y de hermosa estatura, salvo que son muy temerosos a maravilla.

(Serna 90-91)

El genovés se maravilla de la hechura de sus cuerpos y se extraña de que en su viaje no haya encontrado “hombres mostrudos,” sino “gente de muy lindo acatamiento,” ni tampoco hombres de color, “como en Guinea, salvo con sus cabellos corredíos” (Serna 91). En la misma “Carta” informa de que los aborígenes no conocen ninguna religión, si bien se guían por la natural, en sus palabras, “ninguna secta ni idolatría, salvo que todos creen que las fuerzas y el bien es en el cielo” (Serna 93). Con frecuencia los estudiosos de los textos colombinos han insistido en que este primer retrato que nos da el Almirante de los indígenas está “literaturizado,” falseado por intereses económicos, o mediatizado por las lecturas que el descubridor efectuó, pero el caso es que no hay apenas diferencias entre las primeras representaciones indígenas efectuadas por el genovés y las que de los nativos americanos realizaron otros descubridores, misioneros y conquistadores. Beatriz Pastor, refiriéndose al Diario de Colón, habla de un proceso de “ficcionalización distorsionadora” de la realidad del Nuevo Mundo (47) y Alvar de que no hay deslinde entre la realidad y la ficción (Diario I: 55). Según ellos, respectivamente, [End Page 94] Colón no pretendió conocer la realidad que se le presentaba a los ojos, sino que seleccionó aquello que se adecuaba mejor a sus intereses o ilusión. Desde la geografía, pasando por la...

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