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  • Los nombres de Serafín Fernández Ferro en Donde habite el olvido de Luis Cernuda
  • Bienvenido Morros Mestres

Hoy tu nombre sigue estando aquí, al final de todo, como ya lo estaba aquel lejano 20 de diciembre de tu cumpleaños.

Cernuda y Góngora

Cernuda asistió a los actos que se celebraron en Sevilla los días 16 y 17 de diciembre de 1927 con motivo del tricentenario de la muerte de Luis de Góngora. No llegó a participar en ninguno de esos actos, aunque se halló siempre entre el público: sólo aportó unos versos (seguramente “Elegía,” que había compuesto días antes) a quienes otros dieron voz. En esos días conoció a muchos poetas de su generación: Lorca y Alberti, entre otros muchos.1 Pero cuando más tarde se refirió a todos ellos como miembros de esa generación nunca los identificó por el año de 1927 sino por el de 1925: consideró más significativa la segunda fecha por haber publicado todos sus autores (incluido él mismo con Perfil del aire) sus primeras obras entre 1920 y 1930. Era también plenamente consciente de que su maestro y mentor, Pedro Salinas, el más veterano del grupo, no había participado en el mencionado homenaje a Góngora.2 [End Page 256]

Antes de la famosa efeméride, poetas de esa generación, aplíquesele el nombre que se le aplique, habían demostrado su interés por Góngora. Jorge Guillén, por ejemplo, había defendido en 1925 en la Universidad Central de Madrid su tesis doctoral sobre el Polifemo del cordobés; y Federico García Lorca había dedicado tres meses a preparar una conferencia sobre las Soledades que leyó en el Ateneo Científico, Artístico y Literario de Granada el 13 de febrero de 1926.3 El 2 de marzo le escribe precisamente a Jorge Guillén para hablarle de las impresiones que tuvo al explicar en público el poema de Góngora y para anunciarle que cuando hubiera hecho una copia del texto de su conferencia se la mandaría.4

Cernuda no demostró en un principio un gran entusiasmo por Góngora pero después acabó rindiéndose a su genio poético. En un artículo sobre su amigo Manuel Altolaguirre que publicó el 10 de octubre de 1931 en El Heraldo con el título “Málaga-París: con ocasión de un poeta,” el sevillano empieza hablando de los poetas de su generación para reprocharles la admiración que llegaron a profesar al cordobés (la considera excesiva) y que supone que ya han perdido: “Importa consignar que hace unos años el nombre de Góngora reunió a éstos y aquéllos pasajeramente en una admiración excesiva, pecado de origen quizá de todos ellos, aunque hoy pocos serán los que aún la conserven; menos todavía los que la conserven sin restricciones” (30–31).5

Solo seis años más tarde, al cumplirse casi diez del tricentenario, el 13 de septiembre de 1937, ya en plena guerra civil y antes de abandonar España para siempre, Cernuda ha cambiado de opinión al reivindicar de manera muy explícita su figura en unas notas que tituló provisionalmente “Góngora y el gongorismo,” pensando en el libro de Lucien-Paul Thomas, Góngora et le gongorisme considérés dans leurs rapports avec le marinisme (París, 1911). En esas notas, que dejó inacabadas y que copió en un bloc autógrafo conservado actualmente en el archivo José Luis Cano, empieza recordando el festejo del tricentenario para lamentar que sus organizadores no habían logrado el propósito de salvar de la incomprensión y de la antipatía al poeta [End Page 257] cordobés. En los primeros párrafos de sus notas Cernuda considera a Góngora el mejor poeta de la lengua castellana (aunque en “Historial de un libro” diga que el poeta que le ha sido más grato es Garcilaso):

Mientras la lengua española exista, el nombre de Góngora quedará, a gusto...

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