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  • El anhelo del olvido en la poesía de Francisco de Figueroa
  • Isidoro Arén Janeiro

Francisco de Figueroa (1530–1588) enmarca en su poesía su anhelo de olvidar con la escritura que no solamente le sirve de enlace entre memoria y olvido, sino además reactiva y almacena la imagen-recuerdo, que existe en un estado latente hasta el momento de rememoración. La escritura es el medio en el cual Figueroa fija la imagen-recuerdo, que relega a un estado latente; y por esta razón adquiere la función de mediar entre lo que fue y será con lo que ya/todavía no es: entre la ausencia y presencia de la “ingrata Fili.” Este espacio de la escritura es donde la memoria y el olvido convergen desde el pasado y el futuro en el presente, y es donde el acto de rememoración y reconocimiento ocurre, tal como señala Paul Ricoeur al discutir su naturaleza como proceso que “acentúa el retorno a la conciencia despierta de un acontecimiento reconocido como que tuvo lugar antes del momento en que ésta declara que lo percibió, lo conoció, lo experimentó” (83). En palabras de Mercedes López Suárez “[l]a transformación de la amada en imagen (phantasmas, según la doctrina aristotélica) resiente en la memoria o sentido interno, se traduce en Figueroa en una actitud contemplativa predicada por el platonismo ficiniano como vía de acceso hacia la consideración de la vida, espiritual y divina” (53).

Su estancia en Italia, en particular los años de residencia en Siena, donde toma lugar su encuentro con Fili, le permite entrar en contacto con la poesía de Petrarca mediante la lectura de la obra de Pietro Bembo, asimismo de poetas stilnovistas que le proporcionan la base para formular su propia indagación sobre la natura d’amore.1 La muerte de Figueroa ocurre en el año 1588, y tanto él como su obra quedan relegadas al olvido, a pesar de ser reconocido como poeta eminente por Cervantes en La Galatea, y Lope de Vega entre otros. No obstante, su poesía quedará en el descuido y no será recopilada hasta 1625 por Luis Tribaldos de Toledo, quien a pesar del deseo de Figueroa de quedarse en el olvido, lo restituye al parnaso de la poesía, rescatándolo del abandono.

Este estudio analiza una pequeña selección de su creación poética que se encuentran recopilados en su “librillo de memoria:” almacén donde se guardan las imágenes-recuerdo que fijan la tensión entre su memoria y olvido. Figueroa construye una memoria poética que sirve de conexión entre su pasado y presente, donde la memoria y el olvido confluyen. El momento de rememoración y reconocimiento, es decir, su lectura, despierta la imagen-recuerdo y hace presente la memoria del pasado y el futuro. El regreso al momento fijado [End Page 70] en la memoria es como señala Antonio Prieto: “un tópico en la literatura renacentista, sin privación de la realidad, que el enamorado retome el espacio donde estuvo con la amada y establezca su comparación, sin que ello reduzca a pura fictio, según los esquemas poéticos, la situación” (246). Sus sonetos (imágenes-recuerdo) permiten mantener viva la experiencia mediante su escritura, que asimismo facilitan el olvido de la “Ingrata Fili,” también reforzando su ausencia y presencia. Pero además, el acto infiere su dualidad inherente, como apunta Ricoeur: “la marca temporal del antes constituye así un rasgo distintivo de la rememoración, bajo la doble forma de la evocación simple y del reconocimiento que concluye el proceso de recordación” (83); y, como afirmó Aristóteles, antes de que se pueda discutir la naturaleza de la memoria, uno tiene que fijar en ésta el objeto que más tarde evocará mediante la rememoración, en resumen: “la memoria se aplica al pasado” (66). Esta condición a priori limita el acto de reminiscencia. Además, para Figueroa, según López Suárez: “la memoria adquirirá también […], inserta en la dicotomía ausencia...

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