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  • Prolegómenos para una edición crítica de la Atalaya de las corónicas
  • Blanca Garrido Martín

«Un’edizione critica é, come ogni atto scientifico, una mera ipotesi di lavoro, la piú soddisfacente (ossia económica) che collega in sistema i dati»

Gianfranco Contini.

1. Introducción

Aunque la fama póstuma de Alfonso Martínez de Toledo como uno de los mejores escritores de la prosa cuatrocentista es debida, sobre todo, a su tratado El Arcipreste de Talavera o Reprobación del amor mundano (1438), de su pluma salieron dos obras más: dos hagiografías tituladas Vida de San Ildefonso y San Isidoro (1444) y el resumen de crónicas llamado Atalaya de [End Page 69] las corónicas (1443). Esta composición historiográfica fue encargada por Juan II a Martínez de Toledo en calidad de capellán real, como el mismo autor expone en el prólogo, y recoge la historia de España desde el primero de los reyes godos, Walia, hasta el reinado de Juan II.

La obra no carece de atención filológica, siendo la segunda mitad del siglo XX el momento en que se redactan los estudios ecdóticos más importantes sobre la Atalaya de las corónicas; concretamente en 1966, Raúl del Piero propuso una fijación de la historia textual de los testimonios conservados: cuatro manuscritos cuatrocentistas y otros cuatro copiados en el siglo XVIII. Estos ocho manuscritos fueron recogidos de manera conjunta por primera vez por Del Piero en este trabajo y signados con las iniciales de la biblioteca en que se custodian: L (Londres), P (Palacio), V (Viena) y E (Escorial) son los medievales, todos de la segunda mitad del siglo XV, mientras que los dieciochecistas son H (Real Academia de la Historia), A (Real Academia Española), B (Barcelona) y P1 (de nuevo, Palacio). Se sabe que existió un ejemplar de la Atalaya de las corónicas, hoy perdido, que perteneció a la reina doña Isabel la Católica, según se indica en el inventario de su biblioteca redactado por Diego Clemencín: “Otro libro de pliego entero de papel, de mano, en romance, que se dice del Atalaya, que comienza En el nombre de Dios nuestro Salvador, e con unas tablas de cuero colorado e con unas manos de latón” (457).

No obstante, la relación entre estos testimonios es más interesante si atendemos a sus distintos finales, que nos plantean dos agrupaciones distintas: la primera se compone por aquellos manuscritos cuyo texto finaliza de manera abrupta en el transcurso del reinado de Enrique III, mientras que la segunda incluye aquellos testimonios cuya historia continúa desde ese punto. De esta manera, los manuscritos del primer grupo finalizan con el encuentro con “don Alvar Peres, que demandava razón e tenía derecho al almirantadgo”; por el contrario, solo un manuscrito cuatrocentista de los arriba mencionados, L, continúa la narración en curso del presente capítulo (o crónica) hasta la muerte de Enrique III y todavía añade veintiocho folios más narrando el reinado de Juan II hasta su muerte en 1454; cabe decir que la autoría de Martínez de Toledo en cuanto a este pasaje final ha sido [End Page 70] cuestionada por algunos investigadores, como Madeleine Pardo, Inocencio Bombín o James B. Larkin, en contra de lo que piensan otros, como Raúl del Piero, quien no duda que este fragmento fue escrito por el arcipreste. Con el estudio de Larkin de 1983 cesan los trabajos sobre la Atalaya de las corónicas desde el punto de vista ecdótico y se toma su texto como referencia para posteriores comentarios, pues se trata de la única transcripción paleográfica de la obra completa.1

De esta manera, el estado ecdótico de la obra hace necesaria una edición crítica de la Atalaya de las corónicas al completo, ya que en sendos trabajos, Del Piero y Bombín no llegan a editarla en su totalidad, es decir, se trata de muestras textuales: Del Piero edita los diez primeros capítulos y, en otro...

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