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  • Historiografía nobiliaria castellana del período post-alfonsí:Un objeto en debate
  • Leonardo Funes

La tarea de dejar registro escrito de los hechos del pasado, lejano o inmediato, ha sido una de las empresas más constantes e inclaudicables que los hombres y mujeres de la Edad Media mantuvieron, aún en los lugares y los momentos menos favorables para la actividad intelectual y a pesar de las enormes dificultades materiales, técnicas y económicas que comportaba. Crónicas, anales, historias, memorias, relaciones, sumarios y registros en los formatos más variados nos quedan hoy como huella de una voluntad de escritura especialmente marcada por la necesidad de dar sentido a la muda praxis, a la indescifrable acción de lo humano en la historia. El ámbito hispánico no fue una excepción en este sentido, todo lo contrario; la amplitud y riqueza [End Page 5] de la producción historiográfica hispano-medieval, tanto en latín como en lenguas vernáculas, le otorgan un lugar de gran relevancia en el marco general de la producción textual del período. De allí que ningún panorama histórico-literario de las letras hispánicas estará medianamente completo, o al menos balanceado, sin una consideración de los géneros historiográficos del período. La crítica no ha sido indiferente a esta circunstancia: basta observar el lugar prominente de la historiografía en las dos magnas historias de la prosa castellana que debemos a Fernando Gómez Redondo (Historia de la prosa medieval e Historia de la prosa de los Reyes Católicos) o la permanente publicación de libros colectivos o de números monográficos de revistas académicas dedicados a la historiografía (será suficiente mencionar aquí, como botón de muestra, el volumen especial de esta revista del año 2004, editado por Aengus Ward).

En ese vasto campo fenoménico, que se extiende temporalmente desde la época de Isidoro de Sevilla hasta comienzos del siglo xvi, puede recortarse un objeto, acotado por criterios lingüísticos (textos en castellano) e histórico-culturales (el impulso del proyecto político-cultural alfonsí como punto de inicio, el momento previo al impacto de los studia humanitatis en la escritura de la historia como punto de cierre), lo que permite enfocarse en un proceso que comienza con Alfonso X y llega a una primera culminación con la obra del Canciller Ayala (1254-1400).

En el contexto de una ingente producción crítica sobre historiografía hispano-medieval, mis estudios se han ido desarrollando en torno de una hipótesis central consistente en pensar el desarrollo de las formas de escritura cronística de ese período en el seno de una contienda entre dos modos de entender la ley y la historia, alentados por la monarquía y la nobleza respectivamente (Funes “Dos versiones antagónicas”). En efecto, el proceso que se cumple de Alfonso a Ayala puede entenderse como una serie de acciones y reacciones discursivas desplegadas en forma sucesiva o simultánea en varios escenarios de conflicto que se fueron dando en los reinados finales de la dinastía borgoñona y en los comienzos de la dinastía Trastámara; este modelo explicativo se apoya, a su vez, en la existencia presupuesta de una estrecha relación entre lo jurídico y lo narrativo (en [End Page 6] este caso, historiográfico), fenómeno que hoy está en el centro del interés tanto de los estudiosos de la historia y la filosofía del derecho como de los estudiosos de la literatura.1

Una de las realizaciones formales concretas de este proceso evolutivo es la multiplicación de los modelos cronísticos en el siglo xiv. En este caso, frente al esquema de derivación asumido tradicionalmente por la crítica (desde Ramón Menéndez Pidal hasta Diego Catalán y Alan Deyermond), entendido como un pasaje de la crónica general alfonsí a la crónica particular (o crónica real, según distinción postulada por Fernando Gómez Redondo, “De la crónica general a la real”), planteaba un panorama evolutivo más...

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