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  • Contra la alegoría: Hegemonía y disidencia en la literatura latinoamericana del siglo XIX by Gustavo Faverón Patriau
  • José Ramón Ruisánchez
Faverón Patriau, Gustavo. Contra la alegoría: Hegemonía y disidencia en la literatura latinoamericana del siglo xix. Hildesheim-Zurich-New York: Georg Olms Verlag, 2011. 198 pp. ISBN: 978-348-714-538-9.

“Contra” es una preposición que invoca el eco del Against Literature de John Beverley, que a su vez se aliaba con una genealogía de cuestionamientos al canon que lo tornaban doxa, y cuyo punto de fuga evidente es 1898 cuando aparece “J’accuse” de Émile Zola. Contra la alegoría entonces obtiene su impulso cuando escoge como adversarios a dos libros sumamente influyentes sobre el siglo XIX hispanoamericano: Foundational Fictions de Doris Sommer y el libro clásico de Ángel Rama, La ciudad letrada. Sobre el primer texto, Gustavo Faverón Patriau dice: “Sommer construye una teoría que no percibe la ingerencia en la formación de las naciones latinoamericanas de ningún discurso que provenga de espacios ajenos a la élite criolla” (24). Sobre el segundo:

el hecho de la transculturación asimila algo de la cultura, y deja otro algo fuera. Lo que se difiere y se elimina, o se transforma en la transculturación, tiene siempre unos hermanos gemelos que no entran en el proceso: por cada producción cultural indígena o marginal (el discurso utopista andino en Juan Bautista Túpac Amaru, el del exilio judío en Isaacs, el de la subsistencia taína en Gómez de Avellaneda) que se involucra en la transculturación hay otras idénticas y simultáneas que se niegan a ella.

(187)

En el centro de sus lecturas contra Rama y contra Sommer, propone la “contragoría” (la disonancia y la inflación teórica son innecesarias); esto es, una lectura de la alegoría en la cual: “el fracaso de la referencialidad no es un rasgo necesario liberado de la carga condicionante de la historia, y por ello ineludible, sino que, como creyó Benjamin, es histórico y contingente: la referencialidad no es por necesidad ilusoria, sino más o menos esquiva en razón de los tiempos y, quiero anotar, del lenguaje de los tiempos” (20-21). Y precisamente a historizar la historia de las apropiaciones de la alegoría en América del Sur y el Caribe, partiendo del caso bien conocido de la especificidad del Barroco de Indias, para ocuparse del siglo XIX centrándose en el tema de la representación de la esclavitud y la servidumbre.

La primera de las obras de las que se ocupa son las Memorias de Juan Bautista Túpac Amaru, medio hermano del célebre José Gabriel Condorcanqui Túpac Amaru [End Page 337] publicadas entre 1825 y 1826; cuyo interés radica en que la voz del autor está escindida, por una parte en un discurso alegórico que tiende “a la mirada integradora, constructivista, de lo americano”, y por la otra en un segundo discurso “que lo corroe y se filtra por sus brechas” (92) y este dialogismo, insiste Faverón, es indetectable para el letrado de Rama.

El capítulo dedicado a Sab sugiere persuasivamente que la novela en realidad debe leerse en la clave de un mestizaje diagonal, esto es, no sólo la producción del mulato sino también, la mucho menos estudiada relación entre negros e indígenas caribeños, que se sustenta en la adopción de Sab y que produce, efectivamente, una lectura notablemente compleja y sutil de una novela que la crítica tiende a simplificar.

Una operación semejante pero sobre el judaísmo es la que sustenta el capítulo siguiente dedicado a María, leyendo a los conversos como “individuos en crisis, en un tránsito cultural del que algunos saldrán bien librados con la asimilación sin mestizaje” (145).

Como se ve, más que una representatividad nacional o regional (las ausencias de México y Brasil son enormes boquetes en ese sentido), el libro propone una matriz de diferentes sujetos que encarnan puntos ciegos...

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