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  • La ficción difícil: la escritura memorialista de Antonio Muñoz Molina
  • Andrés Pérez-Simón

En el presente ensayo estudio una vertiente en la obra de Antonio Muñoz Molina que denomino como narrativa memorialista y que se caracteriza por constituir una escritura alejada de la ficción. Esta vía memorialista constituye una segunda línea evolutiva en la obra del autor español, una vía que se aparta, aunque no de manera absoluta, de la intriga novelística que caracteriza sus primeras novelas. Se trata, por lo tanto, de una distinción de grados más que de una radical separación entre dos estéticas. El modelo memorialista emerge en Ardor guerrero (1995) y es dominante en Sefarad (2001) y Ventanas de Manhattan (2004).

La novelística de Muñoz Molina ha sido tradicionalmente definida como una evolución desde unas primeras obras cultistas – Beatus Ille (1986), El invierno en Lisboa (1987) y Beltenebros (1989) – hasta unos textos que, depurados de guiños intertextuales y juegos metaficticios, contienen signos evidentes de las propias vivencias del autor. José Manuel Begines Hormigo ejemplifica esta posición al distinguir entre “dos momentos bien diferenciados” en la narrativa de Muñoz Molina: “en el primero, el autor hace literatura apoyándose en la propia tradición literaria, en los libros que ha leído y en las películas que ha visto; en el segundo, cuando ya ha adquirido una voz propia, se despoja de todo el follaje libresco y se concentra en escribir sobre la realidad” (84). Ardor guerrero y Plenilunio, obra esta última definida por Begines Hormigo como “una novela de tesis” (84), marcarían el inicio de un segundo periodo en la escritura del autor español, periodo que es celebrado en virtud de su supuesta autenticidad que ahora sustituye al “follaje libresco” de anteriores novelas. A diferencia de esta cronología, considero que las dos líneas maestras de la narrativa de Muñoz Molina – la cultista / intertextual y la memorialista – están ya contenidas en su primera novela, Beatus Ille, por lo que su evolución artística no puede ser explicada en términos sucesivos. [End Page 253]

La obra de Muñoz Molina gravita sobre un conflicto básico: la licitud de la ficción como vehículo para imaginar una visión esperanzada del individuo frente a la injusticia social y el fanatismo ideológico, racial y religioso que han caracterizado el siglo xx. Su narrativa evoluciona desde una ficción que adopta como materia prima lugares y personas reales, y los estiliza mediante su sujeción a esquemas narrativos de la novela detectivesca, hasta un segundo estadio de escritura memorialista que enfatiza ahora su condición de documento. Aceptando esta dualidad primigenia se puede después afirmar que desde mitad de los noventa la reflexión ética ha sido dominante en la obra de Muñoz Molina, materializada en una escritura que ha llegado a cuestionar muy explícitamente la validez de la ficción, aspecto que será abordado en la sección final de este ensayo. Esta conceptualización dual entra en diálogo directo con la propuesta de Gonzalo Navajas, para quien la obra de Muñoz Molina “ilustra de manera extensa la bifurcación actual, que alterna entre la interpretación de la ética como un espejismo o frenesí metafísico (Lyotard, Lipovetski) y su reafirmación paradigmática (Habermas, Callinicos), ligada todavía a la visión clásica de la realidad” (51). Afirma Navajas que en la obra del autor español se observa

una alternancia entre ambas posiciones con un progresivo incremento del predominio del impulso ético. Ese impulso se revela a través de un modo reminiscente y nostálgico o de una búsqueda más específica y concreta, pero se juzga siempre como legítimo, no una mera quimera o falsificación, como es característico de la estética vinculada con la filosofía de la indeterminación.

(51)

Esta mayor preocupación ética se corresponde con un “impulso representacional [que] se incrementa” (Navajas 57) a partir de Ardor guerrero, precisamente la obra que considero...

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