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  • Las huellas Sor Juana Inés de La Cruz en la obra de Rosario Castellanos
  • Julia Cuervo Hewitt

En el cuento “Lección de cocina,” de la escritora mexicana Rosario Castellanos, una recién casada, cuyo primer intento de cocinar termina en fiasco, se siente atrapada entre dos opciones, ninguna de las cuales refleja quien es, ni “corresponde’ a su “verdad interna.” Ante esa disyuntiva, la joven recuerda y se identifica con la monja y escritora mexicana, Sor Juana Inés de la Cruz: “No es que yo sea una ‘rara avis’. De mí se puede decir lo que Pfandl dijo de Sor Juana: que pertenezco a la clase de neuróticos cavilosos. El diagnóstico es muy fácil ¿pero qué consecuencias acarrearía asumirlo?” (22). Esta referencia a Sor Juana en este cuento de Castellanos no es gratuito ya que sor juana dejó profundas huellas en la obra de Rosario Castellanos. Son esas huellas las que se exploran en estas páginas en torno a las preocupaciones de Castellanos sobre la condición de la mujer actual, especialmente en México, y en su análisis de los valores tradicionales que rigen la condición de la mujer en todos los tiempos. Castellanos frecuentemente medita sobre la situación de Sor Juana en el México del siglo XVII, la cita, la compara a la situación de la mujer escritora en el siglo XX, inclusive la convierte en uno de sus personajes en su obra teatral El eterno femenino, y la defiende de sus críticos para defenderse.

El conflicto sin salida de la recién casada en “Lección de cocina”, entre ser quién es o imitar una imagen falsa de sí misma, es un tema que se repite en la obra de Rosario Castellanos. Su modelo es Sor Juana Inés de la Cruz, esa monja también mexicana, también poeta y dramaturga, quien, como observó Alfredo Roggiano, llegó a ofrecerle al mundo, [End Page 135]

la más aleccionante protesta de la historia cultural hispanoamericana en defensa, no tanto del derecho a saber (si bien ésta es la razón de ser de toda conciencia humana) sino de la libertad del ser, que el pensamiento moderno había inculcado en la autodefinición de su personalidad.

(Roggiano 53)

Esta definición de Roggiano define en parte la obra de Rosario Castellanos tres siglos más tarde. Como señala Helene Anderson de las observaciones de Carlos Monsiváis, Castellanos fue la primera en expresar claramente lo que significaba ser mujer en México (Anderson 22). Nada más propio, por lo tanto, que a Castellanos se le otorgara en 1962 el premio Sor Juana Inés de la Cruz por su segunda novela Oficios de tinieblas y que Castellanos construyera a esa autora de “Hombres necios que acusáis a la mujer sin razón”, de Primero sueño, de obras teatrales como El divino Narciso y El ocaso de una casa, y la carta “Respuesta a Sor Filotea”, en predecesora y modelo ante cuyo espejo se contempla.

La figura de Sor Juana se intima desde muy temprano en la obra de Castellanos, en las ideas que ésta articula en su tesis de maestría en filosofía sobre “Los móviles espurios por los cuales una mujer se dedica a actividades tan contrarias a su fisiología” (Mejía 12), de la cual parte su primer ensayo que publica en América, “Sobre cultura femenina” (11), y el tema de sus ensayos en Mujer que sabe latín (1973), primer análisis provocativo sobre la mujer en Occidente y en la cultura mexicana, como señala Helene Anderson (22). También se intima la sombra de Sor Juana en la comparación autobiográfica que ofrece Castellanos entre su propia niñez y la de la niña protagonista en su primera novela, Balún Canán (1957), a quien se le castiga por leer papeles de su padre, porque éstos (la escritura) se consideraban parte de la herencia exclusiva de su hermano menor.1 Esa exclusión se debe a que la lectura y el conocimiento eran espacios vedados a...

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