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  • Lo Que Debo a Chris Marker
  • Patricio Guzmán

Chris Marker golpeó la puerta de mi casa en Santiago de Chile en el mes de mayo de 1972.

Al abrir la puerta me topé con un hombre muy delgado que hablaba un castellano con acento marciano.


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“Soy Chris Marker”, me dijo.

Yo me moví unos centímetros hacia atrás y me quedé mirándole sin decir nada.

Por mi cabeza desfilaron algunas imágenes de su película La Jetée que yo había visto por lo menos unas 15 veces.

Nos dimos la mano y yo le dije:

“Adelante”.

Chris Marker entró a la sala y se quedó esperando a que yo le invitase a sentarse.

No dijo nada. Pero yo creí intuir por su mirada preocupada que había [End Page 61] dejado mal estacionado el vehículo espacial en el cual había aterrizado.

Desde el primer momento Chris proyectaba una imagen extraterrestre que nunca le abandonó. Separaba las frases con silencios inesperados y seseaba un poco, apretando sus finos labios, como si todos los idiomas terrestres le fueran ajenos. Parecía muy alto aunque no lo era tanto. Vestía de una forma que no se puede describir. Era como un obrero elegante. Tenía el rostro afilado, los ojos un poco orientales, el cráneo rapado, las orejas estilo Dr. Spock.

“Me ha interesado su película”, me dijo.

Me invadió una sensación de temor, mezcla de inseguridad y respeto.

Mi mujer entró a la sala con mi hija Andrea de 2 años.

Yo había terminado hacía poco El Primer Año, mi primer largometraje documental sobre los primeros doce meses del gobierno de Salvador Allende.

“He venido a Chile con la intención de filmar una crónica cinematográfica”, me confesó.

Yo estaba muy nervioso sentado delante de él, mientras mi esposa le ofreció una taza de té que él aceptó enseguida.

“Como usted ya la ha hecho, prefiero comprársela para exhibirla en Francia”.

Han pasado cuarenta años de esta conversación y sólo hace poco descubrí que marcó mi vida para siempre, ya que mi modesta carrera de cineasta novato, dio un vuelco enorme a partir de ese momento.

Adentro de sus maletas Chris Marker se llevó un master en 16 milímetros de la película así como las bandas de sonido magnético.

Meses más tarde me envió los folletos de promoción de El Primer Año y me escribió contándome los pormenores del estreno en el Studio De La Harpe en París. Recibí también una crónica de la revista Le Temps Modernes (fundada por Sartre) y que dirigía Claude Lanzmann.

Chris Marker no sólo escribió una buena reseña de la obra, sino que dirigió un doblaje excepcional para ella. Primero me pidió autorización para aligerar el filme (que tenía 110 minutos). Por supuesto le dije que sí. La verdad es que era un filme bastante reiterativo. Nunca estuve feliz con el montaje. Tiene secuencias emocionantes. Pero sin duda le sobraban diez minutos o incluso más.

También hizo una introducción (aproximadamente de 8 minutos) donde contaba en pocas palabras la historia de Chile, en particular la historia del movimiento obrero encabezado por Allende. Era un montaje de fotos fijas, en blanco y negro, que Raymon Depardon había tomado hace poco en Chile. El relato, escrito por él, era una maravilla de síntesis. La música, a base de cuerdas atonales, era onírica. Este cortometraje estaba pegado a la película. Cuando concluía empezaban los créditos de El Primer Año.

Explicar la película era necesario, ya que había mucho público que no sabía nada de Chile. Sin embargo, había otros problemas mucho peores. En 1972, el público no aceptaba los documentales subtitulados. Había por lo tanto que doblarlos. Chris convocó a todos sus amigos parisinos para hacer las voces de los chilenos. [End Page 62] Eran grandes figuras de la época: François Périer como narrador, Delphine...

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