- Ramón J. Sender y los límites de la tragedia. La reescritura del mito de Diana y Acteón en El rey y la reina (1949)
Para el Prof. Francisco Rico,que confió en mí cuando lo fácilhubiera sido mirar hacia otro lado.
No es cierto que los modernos han perdidoel sentido de la tragedia.
—Oscar Masotta, Ensayos lacanianos
El mite ens xiuxiueja al'orella la saviesa tràgica
—Francesc Torralba, Cercles infernals
Un extraño orgullo nos impulsa no sólo aposeer al otro, sino también a penetrar en su secreto.No sólo para que nos quiera, sino para resultarles fatales.
—Jean Baudrillard, El otro por sí mismo
Deseo y tragedia son dos caras de la misma moneda. La relación viene de antiguo. Si, por ejemplo, Aristóteles incluyó el deseo en el concepto de acción que, conjuntamente con el de catarsis, se alzaría como uno de los pilares de la Poética, Sófocles delineó su Antígona tomando [End Page 317] como base el punto de mira del deseo, en tanto que apetencia que motiva la acción de la protagonista. A su lado, la tradición occidental nos ha legado otras tragedias en que las razones de sus personajes protagonistas vendrían motivadas por el deseo; baste recordar los casos de Hamlet, el Quijote, Don Juan, Fausto y Yerma.1 Toda esta serie de textos, y otros tantos que podrían aducirse, responden al modelo de deseo como trayecto o viaje hacia la meta. De hecho, críticos como Vladimir Propp y Alexander Greimas han señalado que el deseo es la 'estructura profunda' subyacente de cualquier relato. Admitamos o no esta categorización, lo que puramente aquí nos interesa es la función estructural, temática y política que el deseo desarrolla en El rey y la reina que Ramón J. Sender publicara en 1949.2
El rey y la reina se inscribe en las consecuencias provocadas por la mayor orgía de sangre de la historia de España que, en el caso de nuestro autor, se concreta en los fusilamientos, en zona nacional, tanto de su esposa Amparo,3 como de su hermano Manuel. Estos hechos provocaron tal impacto en nuestro escritor que, en su narrativa, a partir de entonces, se observa un giro existencial de raíz schopenhaueriana.4 Igualmente, en este mismo periodo se distancia de su anterior formación dentro de la ortodoxia católica para progresivamente ir acercándose al pensamiento heterodoxo y a pensadores que, como Baruch Spinoza, reducen la libertad del hombre a su adecuación al orden natural.5 Aspectos, ambos, que resultan de notable relevancia para la mejor comprensión del texto que nos ocupa.
Dentro de este contexto, y teniendo como telón de fondo la contienda, El rey y la reina narra cómo un portero-jardinero, Rómulo, representante del último peldaño de una escala social jerarquizada, que en este caso corresponde a la servidumbre del palacio de los duques [End Page 318] de Arlanza, desata su deseo de poseer sexualmente a la duquesa, a quien acaba de presenciar desnuda en la piscina de la sala de armas. Si bien hasta ese momento Rómulo se nos ha presentado como un hombre de cuarenta años, sumido en la mayor conformidad, tanto a nivel individual como social, este acontecimiento le hará sentir otro (Mañá Delgado 359-60). El impacto que le ha causado la belleza de su ama lo llevará a tomar consciencia de sí y a comenzar un proceso de realización en el otro a partir de la indagación sobre su naturaleza, ya sea como humano o animal-doméstico, y sobre la condición despótica y de injusticia social a la que ha estado sometido durante muchos años, pero contra la que se revelará a partir de ese hecho.6
La duquesa, por su parte, tras el acontecimiento que ella misma ha provocado y con el advenimiento de la guerra civil, queda recluida en el torreón, en el cual se esconde para evitar las consecuencias del conflicto, y...