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  • La acción como forma religiosa en el Poema de Mio Cid
  • Jose Terradas, Independent scholar

No han faltado investigadores que estudien el tema de las batallas campales en el Poema de Mio Cid. La mayoría de los trabajos se preocupan por hacer un recuento de las confrontaciones, poner énfasis en el genio militar del héroe y establecer diferencias morales entre las huestes cidianas y los rivales de turno, esto último en tanto la estrategia militar alcanza para reflejar valores éticos.1 Especial atención ha recibido la posible existencia histórica de Alcocer y las repercusiones que un descubrimiento arqueológico de este estilo supone para la perspectiva crítica que resalta el verismo de la obra.2 Hasta ahora no se ha visto en esta trayectoria temporal, geográfica y psicológica que comienza en Castejón y termina con la invasión de Búcar en Valencia un incremento paulatino de lo bélico que desemboca en la consolidación terrestre del ideal épico por excelencia, a saber, la acción guerrera como elemento de determinación de la realidad. Tampoco se ha considerado que si bien la obra no se plantea a sí misma como cruzada, dado que el objetivo principal es la recuperación y mantenimiento del honor, los mecanismos divinos pueden encontrarse en elementos que no necesariamente tienen que ver con la ascesis religiosa, entendida [End Page 207] ésta como eliminación de la amenaza musulmana, algo que cuenta en el poema con muestras a favor y en contra. Aunque desconocemos los primeros versos debido a la condición actual del manuscrito y la reconstrucción de Ramón Menéndez Pidal tomada de la Crónica de Veinte Reyes pareciera ser en extremo larga, no resulta descabellado afirmar que allí se haría mención del propósito general de la obra, introducción tópica propia de los relatos épicos que encontramos en el Cantar de Roldán, el Poema de Fernán González, y que posiblemente también se encontraría en las Mocedades de Rodrigo (Funes 153), y que constituye buen ejemplo del género, presente en textos clásicos como la Ilíada, la Odisea y la Eneida, y por supuesto también en la versión culta del Carmen Campidoctoris (7). En el prólogo extraviado al mismo tiempo que se aludiría al asunto moro, también de seguro el problema de las disputas cristianas internas tendría cabida (Smith 137), a juzgar por las referencias explícitas que tropezamos más adelante (109, 267, 3288).3 Así que lo religioso como cualquier otro tema no se circunscribiría necesariamente al ámbito de la lucha armada contra los moros sino que tendría que ser apreciado con ojos totalizadores.

Antes de entrar en la campaña de Castejón, el Cid ya ha tenido contacto con lo extraterrenal. No nos referimos a las menciones al "Padre," a "Dios," al "Criador," al "Señor," o a los "santos" u otros baluartes de la mitología cristiana que a fuerza de repetición en el poema se van vaciando de significado, tampoco a la visita a la iglesia de Santa María (52), donde se encomienda en oración, ni siquiera a la plegaria propiciatoria de Jimena, fórmula tópica adaptada con maestría a las necesidades del argumento como sostiene Michael Gerli (440-41). Hablamos principalmente de dos aspectos: la ornitomancia del Cid y el sueño premonitorio en el que ángel Gabriel lo visita. El primero, capacidad muy difundida del héroe, de la que ya hacía gala en la Historia Roderici (123), como recuerda Leo Spitzer (106); y el segundo, ayuda supra natural bastante desplegada en los discursos épicos.

Tres veces en la obra se explotan las habilidades augurales del héroe (11-12; 859; 2615-16), tan sólo en la primera ocasión los signos de las aves son ambiguos; el poeta se limita a decir que "A la exida de Bivar ovieron la corneja diestra / y entrando a Burgos ovieron la siniestra." Adrián García Montoro y Miguel Garci-Gómez en sendos artículos sólidamente...

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