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  • La función de los paratextos en la caracterización de los géneros satíricos gallegoportugueses: La distinción escarnio-maldecir y las posibles definiciones retrospectivas
  • Santiago Gutiérrez García

Sostienen los estudiosos que los siglos XII y XIII contemplaron una renovación en el modo de entender la producción y la recepción de los textos literarios, a partir de una consolidación del soporte escrito -frente a la mayor presencia de la oralidad en la época precedente-, de nuevas estrategias de lectura y de procedimientos, asimismo novedosos, de compilación y ordenación textuales (Beltran 109–15; Hamesse 167–72; Parkes 125–35), que se ligaban al desarrollo del pensamiento escolástico. En el marco de este panorama se profundizó en el concepto de género, como mecanismo que contribuía a la clasificación de los textos literarios y que, a su vez, servía de pauta para la composición de los que habían de escribirse. Dicho proceso [End Page 121] de afianzamiento se llevó a cabo en los diversos ámbitos de la literatura romance, no siendo ajeno a él, por tanto, la lírica trovadoresca. Esta constituye un campo privilegiado para rastrear la emergencia del concepto de género, pues en sus dos siglos de evolución osciló de la indefinición que sobre este particular practicaban las primeras generaciones poéticas occitanas, en las que, como ha estudiado Bec, se observa la ausencia de una terminología específica con respecto, a su proliferación y organización en la segunda mitad del siglo XII, contra la que, por ejemplo, reaccionaron en vano Raimbaut d’Aurenga o Aimeric de Peguilham, por citar dos casos analizados por Paolo Canettieri. En el siglo XIII, en fin, tuvo lugar su consolidación como sistema de clasificación textual y, para el caso de la lírica, se erigió en una de las vías más fecundas de experimentación poética.

Pero los géneros –y, en el caso que nos ocupa, los géneros líricos– se convierten también en lugar idóneo para la enumeración de aquellos elementos que convirtieron a la literatura vulgar en un discurso artístico, pues para definir cada uno de ellos se hace precisa una reflexión previa acerca de los rasgos discursivos (formales, temáticos, pragmáticos . . .) sobre los que el propio género se construye. Esto requeriría el establecimiento de series de normas de obligado cumplimiento, potenciando la dimensión prescriptiva de la categoría genérica (Pozuelo Yvancos 398). El expediente de acentuar el mérito requerido para la composición, a través de dichos preceptos, tendía a la equiparación de la lírica vulgar con la latina, de modo paralelo a como lo hacía el surgimiento de todo un aparato paratextual, que contribuía a la valorización de la lírica occitana. Los tratados poético-gramaticales de esta tradición lírica, a pesar de la novedad de sus planteamientos, no dejaban de seguir la estela de las artes poetriae latinas, redactadas entre los siglos XII y XIII (Kelly 146). E, igualmente, las vidas y razos se inspiraban en el esquema del accessus ad auctores (Egan 37; Meneghetti 277–321), como parte de un programa de promoción autorial, con el que al trovador se le concedía un estatuto semejante al de un autor mediolatino.

En el marco de esta exaltación de la literatura en vulgar, los géneros líricos colaboraron en la construcción de un canon poético pues tales son los elencos genéricos que acompañan a ciertos tratados, como la Doctrina de [End Page 122] compondré dictatz, el tratado del MS 29 de Ripoll o las Leys d’Amors– en el que no todos los textos reunirían los méritos suficientes. Véase, si no, la exclusión de las cantigas de risabelha a que procede el Arte de trovar gallegoportuguesa (III, v; 42) o, dentro de los admitidos, la gradación jerárquica que a veces parecen esbozar ciertos tratados occitanos, cuyas enumeraciones, aunque no obedecerían a un sistema operativo, s...

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