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Reviewed by:
  • As Green as Paradise: A Novel
  • Joaquín Badajoz
Lifshey, Adam. As Green as Paradise: A Novel. Washington, DC: New Academia, 2011. Pp. 320. ISBN 978-0-9828061-4-2.

Una oración condicional, que secretamente se subordina a la siguiente, marcará el ritmo de palimpsesto de toda la narración: una historia heraclitana de ambiciones y soledad. “The river circling before him would always shimmer with lost paradises” (“El río que lo circunda siempre reflejará paraísos perdidos”) impone el tono poético de la narración de esta opera prima de Adam Lifshey, dando paso a una frase que pudiera ser un homenaje estructural y simbólico al realismo mágico garciamarquiano: “Dieciocho lunas después, acuclillado en una húmeda celda de la cárcel mientras tallaba oscuros códigos en los huesos de los aguacates, recordó de repente la corriente de aguas azules debajo en el valle” (traducción libre del reseñador). Como García Márquez en Cien Años de Soledad, también Lifshey prepara al lector para entrar en un juego espacio-temporal en el que el desarrollo diegético será asistido por la memoria y alumbrado por situaciones insólitas y a la vez reales: tallar códigos en los huesos de aguacates en una prisión—o esperar frente al paredón—ya adelanta una historia convulsa, trágica, que será rebajada de intensidad cuando la memoria se traslada a otro plano emocional-afectivo tan distante como la tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo—en el caso del coronel Aureliano Buendía—o la placidez de un valle junto al río de corriente turquesa donde transcurrirá la historia de “amores perdidos y sueños frustrados” del gobernador en As Green as Paradise. También en ambas se precisa que la historia no será narrada en tiempo real.

As Green as Paradise se inscribe dentro las novelas líricas, un difícil ejercicio de estilo que las convierte en literatura del lenguaje en las que la arquitectura poética es tan importante como los sucesos y puede a menudo retrasar la trama o sacrificar la verosimilitud de los diálogos, lo que Lifshey sortea con habilidad, a pesar de que su novela lírica se aparta un tanto de lo usual. Ese punto de vista único en el que se revela el “yo” poético—uno de los rasgos que advierte Ralph Freeman en su anatomía del género The Lyrical Novel (1963)—que es, por consiguiente, la máscara del poeta, su coartada, y la fuente que alimenta esa cosmovisión lírica de la historia, en el caso de Lifshey tomará la forma de un narrador omnisciente no marcado. Peligrosa decisión narrativa si tenemos en cuenta que lo usual en estos abordajes es un narrador personaje o varios encubiertos “in the more direct function of the diarist, the confessor or the first person narrator” (Freeman 8); así como cartas y fábulas antiguas o documentos que apoyen con su discurso retórico esa ontología del diseño narrativo que rompe con la estricta separación tradicional entre el universo exterior (objetivo) y la interpretación lírica (subjetiva). Un factor estético per se, el deslumbramiento de la mentalidad europea cartesiana frente a un paraíso desconocido que produce una sinergia lírica entre todos los personajes—amen de su procedencia o su función social—es quizás el elemento que le permite a Lifshey recrear la historia con un narrador tradicional sin que resulte afectada o forzada.

La trama, separada en tres partes de seis capítulos cada una, recoge tres momentos en la vida del gobernador en el transcurso de dieciocho lunas (dieciocho capítulos), como anticipa en el comienzo: su regreso al Nuevo Mundo como colono después de un legendario servicio como conquistador; el contacto con los nativos y la progresión del asentamiento; y su fracaso romántico y político.

A la par se irán tejiendo historias que alimentan el argumento principal y son de por sí bellos relatos que fuerzan las fronteras de los géneros: el...

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