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INSILIO Y REPRESENTACIÓN DE LA MEMORIA EN LENGUA MADRE DE MARÍA TERESA ANDRUETTO CORINNE PUBILL Por la ventana que da a la Escuela Alberdi, veo pasar hacia la noche a chicas como yo y a los muchachos. Los escucho reír en la vereda, bajo esta ventana pequeña. Es noche de sábado y los hermanos cocinan puchero de falda y de quijada. Sé que otros se han escondido en el Tigre, en la Patagonia o en Longchamps . Algunos mandan señas, flores sobre la falda, desde Oslo, Gotinga o Amsterdam. Yo vivo tras este ojo de buey, con la quijada contra el marco, mirando a las chicas y muchachos que cruzan la avenida. Aquí, tras el vidrio de esta raja de luz, bajo el ala de unos gallegos venidos de Inriville, espero que pasen los meses o los años. “Los hermanos García/ 1978-1983” en Sueño americano, María Teresa Andruetto (28) LOS lazos que unen historia, ficción y memoria están en el centro de todo material literario que se propone reconstruir el pasado. A modo de unir fondo y contenido, se crea una interconexión entre estos tres elementos para (re)construir una voz que permita un diálogo entre pasado individual y colectivo. Lo que ya se ha dicho tiene que ser reconsiderado , recreado, ya no de textos históricos, de reportes periodísticos, sino a través de la narrativa de escritores capaces de dar voz a otros aspectos de la historia oficial. En este sentido, es crucial escuchar y dar libre albedrío a estas voces sociales que luchan por ser recordadas como parte de la memoria argentina. No es mi intención entrar aquí en el debate del exilio versus los que se quedaron, ni hacer referencia a la famosa confrontaci ón entre Liliana Heker y Julio Cortázar, o al “desexilio” de los 143 que volvieron a Argentina.1 A modo de sobrevivencia, los que se ven por razones diversas obligados a quedarse luchan de manera clandestina en contra del sistema o, en el peor de los casos, entran en colaboración con la dictadura militar o, por último, recurren al silencio, conviven con el miedo constante de la delación y del secuestro y no tienen otra opción que vivir al margen de la sociedad, recluidos en sí mismos. Por esta razón me concentraré en esta última categoría de sobrevivientes e indagar é sobre uno de los aspectos de los estados insílicos que prevalecieron durante los años de dictadura militar. Fernando Reati lo define de la manera siguiente: Durante los años sesenta, en los países del Cono Sur se acuñó el término “insilio” para describir la experiencia de exilio interior experimentada por aquellos que, si bien no hab ían sufrido la cárcel o el destierro, habían pasado los años del terror de Estado y las dictaduras militares viviendo como parias, dentro de sus propios países, en una especie de aislamiento e incomunicación que protegía sus vidas pero los alienaba de su entorno. (“Exilio” 185) Es importante recordar que los últimos veinticinco o treinta años, hubo escritores que abrieron puertas para compartir con nosotros nuevas articulaciones de los hechos que nos permitan reinterpretar el pasado y descubrir con cada autor una nueva versión de lo que pasó. Es, en este sentido, tarea nuestra seguir rescatando estas voces y mostrar las diferentes facetas de las consecuencias de la dictadura militar. En la novela Lengua madre (2009) de María Teresa Andruetto, la narradora, Julieta, hace referencia a las cartas que le legó su madre, Julia, quien recibió durante años las palabras de los otros y aún en “su desorden –en el desorden de su vida, cuestionado por todos– construyó un archivo” (51). Es con este archivo en mente que se debe entender el pasado argentino, como iremos descubriendo a lo largo de este trabajo. Precisamente al confrontar el pasado con el presente, en un diálogo entre hija y madre, podremos entender los diferentes discursos que se superponen en la novela para dar paso a un tema sumamente importante...

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