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  • Sin embargo: La literatura cubana y su crítica en la época de la globalización1
  • Elzbieta Sklodowska

–A Desiderio Navarro

El juego de palabras señalado por el título del presente artículo nos remite a la paradójica situación de la literatura cubana que, escrita en la isla “bajo embargo,” ha logrado, sin embargo, una proyección internacional, desafiando tanto el bloqueo como “el peso de la isla rodeada por la maldita circunstancia del agua por todas partes.”2 Debido a su relativo aislamiento político y económico, Cuba no ha sido arrasada por los flujos transnacionales de los años recientes y, en consecuencia, ha resistido la homogeneización cultural que es uno de los síntomas de la globalización. No obstante, en lo que va de los veinte años de la llamada etapa “post-soviética,” hemos presenciado un gran auge en la difusión mundial de la cultura cubana producida en la isla: desde la película Fresa y chocolate y el fenómeno “Buena Vista Social Club,” hasta la diseminación internacional de los libros de un puñado de escritores aún, o hasta hace poco, residentes en Cuba (Pedro Juan Gutiérrez, Leonardo Padura, Antonio José Ponte, José Manuel Prieto, Wendy Guerra, René Vázquez Díaz). Y si bien es cierto que un escritor como Vázquez Díaz – nacido en Caibarien en la provincia de Villa Clara, educado en Polonia, quien hoy escribe desde Suecia y gana premios literarios en Francia y España – puede parecer más un ciudadano del mundo que un cubano, la problemática [End Page 105] de sus obras sigue siendo “cubanocéntrica,” a contrapelo de la desterritorialización y los anuncios sobre el “fin de la geografía” (O’Brian; Virilio). Por otro lado, la narrativa de José Manuel Prieto ofrece un ejemplo, hasta ahora más bien excepcional, de “descubanización” temática.

Mientras que la omnipresencia de la cultura cubana más allá de la isla pone de relieve su dispersión, dentro de Cuba el creciente cuestionamiento del “habanocentrismo” cultural – coadyuvado por la eclosión de revistas y editoriales regionales – parece reforzar más aún la incomunicación entre los diversos archipiélagos de la cubanidad.3 Ante esta proliferación de identidades, Ariana Hernández-Reguant opta por el rótulo “multicubanidad” (72–73), Vázquez Díaz habla de “la Cuba disgregada,” mientras que Rafael Rojas nota que la fragmentación geográfica – producto de varias oleadas migratorias – “impide la comunicación diáfana entre esos pequeños lugares que conforman el vasto territorio de la literatura cubana” (“¿Qué es la literatura cubana?”).

Todo eso no quiere decir que la prolija producción literaria que en las últimas dos décadas ha surgido desde los rincones más insospechados del archipiélago cubano no haya sido acompañada de un acopio crítico igualmente impresionante, al menos en términos cuantitativos. No es difícil perder la brújula en esta bibliografía secundaria que, en su mayor parte, aún sigue dispersa en revistas, antologías, suplementos literarios, tesis doctorales e incontables blogs. Contamos también con un puñado de monografías y colecciones de ensayos que superan la crítica “urgente” escrita sobre la marcha y acometen la ambiciosa tarea de sistematización de la producción literaria de fines del siglo xx y principios del xxi (véanse los respectivos estudios de Jorge Fornet, Esther Whitfield, Sonia Behar, Jacqueline Loss, Patricia Valladares Ruiz, Iván de la Nuez, Rafael Rojas, María del Mar López-Cabrales y Odette Casamayor, entre otros).4 Tanto la atmósfera de fin de siglo y de milenio – tan [End Page 106] propicia a toda clase de rendiciones de cuentas – como el trauma de la crisis socio-económica de los 1990 conocida en Cuba como “El Período Especial en Tiempos de Paz” dieron a los críticos un ímpetu a introspecciones y trabajos de síntesis, así como a proyecciones hacia el futuro (Iván de la Nuez).

Inevitablemente, algunas de estas tentativas de sistematización han provocado la resistencia...

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