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  • Los fantasmas del pasado en La noche de Hernán Cortés del mexicano Vicente Leñero
  • Osvaldo Obregón

A la memoria de George Woodyard

Antes de entrar en materia, valgan algunas precisiones. Las obras teatrales de inspiración histórica son muy rara vez intentos de reconstitución fidedigna de un acontecimiento del pasado y de los principales participantes en él, sino más bien una interpretación subjetiva e imaginativa del autor o autores mediante los procedimientos estéticos propios del teatro, algunos de los cuales nos servirán para identificar las estrategias empleadas por Vicente Leñero en su obra mencionada en el título1. En general, los autores utilizan fuentes históricas — o también mitológicas, literarias, religiosas u otras — con toda libertad, si el sistema político-social en que viven lo permite, sin buscar en modo alguno una exactitud histórica. Ha sido el caso de todos los grandes dramaturgos del mundo occidental, comenzando por los trágicos griegos y por Shakespeare. Tanto en sus obras “romanas”: Julio César, Coriolano, Titus Andronicus y Antonio y Cleopatra, como en sus obras inspiradas en la historia de la Gran Bretaña: Richard II, Richard III, Henry IV y sus otros “dramas históricos”, es su particular sensibilidad y concepción estética las que dominan. En algunas escenas puede seguir muy de cerca Las vidas paralelas de Plutarco (Julio César), como en otras puede manipularlas a su antojo. Lo mismo sucede con las numerosas crónicas inglesas que leyó, como lo han demostrado sus principales exégetas. Este amplio margen de maniobra que se ofrece a todo dramaturgo determina precisamente una gran variedad en la producción de obras de fuente histórica. En el caso de Shakespeare, algunas de sus obras han sido calificadas de “histories”, otras, de “chronicle-plays” para distinguirlas de sus tragedias y comedias. No obstante, hay por lo menos un rasgo común a todas las obras de fuente histórica, en el sentido de [End Page 167] apoyarse, con mayor o menor precisión, en un anclaje histórico, en referentes espacio-temporales reconocibles por el receptor informado, en tanto que en obras de otras categorías, este carácter referencial no es indispensable para el diseño dramatúrgico.

La noche de Hernán Cortés (1992) del escritor mexicano Vicente Leñero enfoca el período histórico de la conquista del imperio azteca por los españoles, desde la memoria del conquistador, poco antes de morir en Castilleja de la Cuesta, cerca de Sevilla (1547). La conquista de “Las Indias”, y en particular del actual México, ha fascinado y sigue fascinando a cronistas, historiadores, novelistas y dramaturgos por motivos comprensibles y cuyos efectos son reconocibles en diversas culturas del continente. De la larga lista, sólo haremos principalmente referencia al final a Lo Cortés no quita lo caliente del argentino Agustín Cuzzani, escrita en 1985, la cual tiene marcadas analogías con la obra de Leñero, siete años posterior (1992)2.

La fecha de creación de esta última, se sitúa claramente en el contexto inmediato de la celebración en Hispanoamérica del V Centenario Colombino; sin embargo, es necesario también tener en cuenta el período histórico en que a Leñero le ha tocado vivir antes de 1992 y, por supuesto, su propia trayectoria periodística y literaria. Ingeniero civil de formación, derivó pronto al periodismo. Se inició en la literatura a comienzos de los sesenta con dos novelas: La voz adolorida (1961) y Los albañiles (1964, Premio Biblioteca Breve de Seix Barral). Ya había escrito guiones para radio, cine y televisión, cuando debutó en el teatro con Pueblo rechazado (1968), adaptación de El juicio de León Toral y luego con la versión teatral de su propia novela Los albañiles (1969), ambas con gran éxito, dirigidas por Ignacio Retes. Siguieron después numerosas novelas y obras teatrales.

En el plano político, la década del sesenta se caracteriza en México por un debilitamiento de la hegemonía del PRI y su...

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