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  • Poesía y violencia: Representaciones de la agresión en el Poema de mio Cid
  • Rebeca Castellanos
Hernando, Julio F. Poesía y violencia: Representaciones de la agresión en el Poema de mio Cid. Palencia: Ediciones Cálamo, 2009. 204 pp. ISBN: 978-8496932470

Poesía y violencia propone una nueva lectura de esta obra canónica que a menudo se ha leído para "promover entre el público del texto la imitación de las acciones llevadas a cabo por el Cid y el consenso hacia los principios éticos que la inspiran" (13). La lectura ofrecida por Hernando reta al lector a mirar el Poema de mio Cid no ya como un poema épico en el que el bien triunfa sobre el mal, sino como un [End Page 345] texto en el que se representa la violencia como parte de un sistema de vida que al momento de poner el texto por escrito, va quedando atrás. El nuevo sistema quitará a la aristocracia el privilegio de ejercer la violencia para colocarlo exclusivamente en poder del rey.

El capítulo primero, "Violencia y representación en el Poema de Mio Cid", se enfoca en la representación de la violencia como medio eficaz de adquirir bienes materiales y mejorar socialmente. La violencia, que el autor define como acto de agresión contra el cuerpo de un individuo, su propiedad, o el territorio de una comunidad, se representa en el Poema como productiva, ya que a través de ella el Cid recupera el bienestar económico que ha perdido en su exilio. Sin embargo, la adquisición de botín no es el objetivo primario de las batallas. En el Poema de mio Cid, lo que se persigue a través de la lucha por bienes materiales es "capital simbólico", beneficios de valor intangible: un aumento en la estima de la comunidad. Aunque el Cid logra enriquecerse, su posición continúa siendo precaria mientras no se resuelva la tensión causada por su expulsión. Partiendo de las teorías de René Girard, Hernando explica dicha tensión como resultado de ciertas acciones del Cid que podrían interpretarse como retos a la autoridad del rey. La tensión creada por esta crisis del "orden cultural" se revela en una agresividad que amenaza desatarse en cualquier momento. Como si fuera un leproso, el culpable aparece como un individuo contaminado que debe ser expulsado de la comunidad para evitar el contagio. Una vez más siguiendo a Girard, Hernando califica la expulsión como un sacrificio fallido que no restablece el orden. El rito fracasa porque no incluye un elemento esencial: la unanimidad de los participantes. Ya en el Primer Cantar se escucha la desaprobación del pueblo a la condena del Cid: "qué buen vasallo, si oviesse buen señor". La víctima misma, el Cid, no se reconoce culpable, otro requisito del sacrificio eficaz. Será entonces necesario hallar una nueva víctima que purgue con su castigo la violencia que sufre el orden cultural. Esta víctima será una especie de doble monstruoso del Rey Alfonso, el Conde Ramón de Barcelona, contra quien el Cid puede por fin descargar la violencia que no puede desatar contra su rey. A partir de la derrota sacrificial del Conde, el proceso de reintegración del Campeador fluye ininterrumpidamente hasta su perdón final.

El capítulo segundo, "Crisis representacional", muestra cómo el poema "desautoriza" el uso de la violencia que se había presentado en el Primer Cantar como método legítimo de ganar estatus. En la segunda parte del Poema de mio Cid, la violencia amenaza destruir los beneficios que el Cid había conseguido en la crisis desencadenada por la agresión de Corpes. Hernando analiza detenidamente la relación entre los [End Page 346] Infantes de Carrión y su suegro, señalando las ventajas de esta unión para todos los involucrados. Por medio de las bodas de sus hijas con los de Carrión, el Campeador había logrado hacer las paces con sus enemigos, los Beni-Gómez, sin humillarse. Los Infantes de Carrión, por...

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