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  • "Quebrantar la jura de mis abuelos":Los conversos en los cancioneros castellanos del tardío medievo (1454-1504)
  • Óscar Perea Rodríguez

La consideración de la poesía de cancionero castellana de la Baja Edad Media como una "lírica de los Trastámara" se debe, en principio, a la cuasi exacta coincidencia cronológica entre el esplendor de esta moda lírica y el casi siglo y medio en que los miembros de esta dinastía ciñeron las coronas de Castilla y de Aragón (Perea Rodríguez, La época del Cancionero de Baena, 255-65). Pero también participa de esta consideración otro aspecto crucial, como fue que todos los miembros del linaje Trastámara que ocuparon los tronos hispánicos tuvieron un estigma fundamental al que atender: el ilegítimo origen de su acceso al trono. Por ello, cada uno de los monarcas de esta casa gastó gran parte de sus esfuerzos paralelos al gobierno de sus reinos en edulcorar este pecado original. Así, la poesía cancioneril fue estimulada conscientemente por los Trastámara, pues en ella encontraron un fantástico canal para la divulgación de propaganda [End Page 183] política favorable a sus intereses familiares.1

En un conflicto tan profundamente ideologizado como la lucha entre Pedro I y su hermano, Conde de Trastámara y futuro Enrique II, no podemos pasar por alto que el más universal de los poetas hebreos hispánicos, Sem Tob de Carrión, dedicase al monarca a la postre perdedor sus Proverbios morales, buscando la protección que la monarquía siempre prestó a la minoría hebrea.2 En el lado contrario, el victorioso Enrique II había empezado muy pronto a integrar el antisemitismo en su discurso político, tal como ejemplifica la famosa difamación que pretendía hacer a Pedro I hijo de un judío llamado Pero Gil, razón por la cual sus partidarios recibieron el despectivo apodo de emperogilados.3 Con tales antecedentes, no puede extrañar la explosión violenta del pogromo de 1391 (Wolff 7-8), momento en el que el problema converso saltó a la palestra como ingrediente esencial de la historia de España, a pesar de que frecuentemente tienda a ser desvanecido, a veces sin querer, otras veces en forma de compacto velo creado a propósito para difuminar lo que, parafraseando a Eloy Benito Ruano, es uno de los episodios más incómodos al tratar el pasado histórico, literario y cultural español (Los orígenes del problema converso 199-200).

En tanto los cancioneros son un óptimo terreno para el análisis de los fenómenos culturales de la Baja Edad Media hispánica, la presencia en ellos del espectro social de lo converso es fácilmente detectable.4 En un trabajo anterior espigué algunos datos de esta representación en los primeros cancioneros castellanos medievales, sobre todo en algunos poemas relacionados con la caracterización de los cristianos nuevos, además de analizar a ciertos poetas pertenecientes a este heterogéneo grupo [End Page 184] social ("Quebrantar la jura de mis abuelos: Los conversos en los primeros cancioneros castellanos medievales [1369-1454]"). Es turno ahora de indagar los cambios ocurridos en la segunda mitad del siglo XV, caracterizados sobre todo por dos elementos principales. El primero, una ausencia: el gusto por los intercambios poéticos, característico del Cancionero de Baena y que tuvo su apogeo en la corte de Juan II (Chas Aguión, "Concordancias y discordancias" 154), no parece haber tenido el mismo éxito en los reinados posteriores, pues apenas hemos conservado unas pocas excepciones. El segundo, una cierta continuidad: durante la época que se va a analizar, los conversos heredaron la misma posición de "cameral servitude" (Abulafia 714), una servidumbre áulica a favor de la monarquía, que había sido disfrutada por algunos influyentes judíos años atrás (Gutwirth, "Jews and Courts" 6-15). Así, sobre todo tras los sucesos toledanos de 1449, reciente y profusamente expuestos por Rica Amrán (Judíos y conversos en el reino de Castilla 65-71), personajes tan notables como Alonso de Cartagena...

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