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  • Diálogo de Epicteto y el emperador Adriano a la luz del Manuscrito BN1001:Filosofía natural y formación moral
  • Ana M. Montero

El Diálogo de Epicteto y el emperador Adriano, una miscelánea de más de cien cuestiones de la que sobreviven versiones tanto en latín, como en provenzal, catalán, castellano, francés, inglés y bretón (Bizzarri, Diálogo de Epicteto 16), ha sido definido como un cruce entre un repertorio de enigmas y un examen informal al que podía verse sometido un monje o un clérigo no demasiado culto (Pickering 446).1 En su versión castellana el Diálogo de Epicteto se codea en los manuales de literatura con la Vida de Segundo y la Historia de la doncella Teodor, interrogatorios similares en los que personajes marginales despliegan una erudición insólita que les hace salir triunfadores de enrevesadas situaciones y acceder al favor y reconocimiento de representantes del poder y la autoridad. Los tres diálogos mantienen [End Page 33] conexiones obvias debido a un formato basado en preguntas y respuestas, a su ecléctico contenido dentro de los ámbitos religioso, sapiencial y científico, e incluso al hecho de que los tres pudieron ser vertidos del latín o el árabe, respectivamente, al castellano durante la revolución cultural propiciada por Alfonso X (aunque faltan datos fehacientes que lo confirmen en todos los casos).2 En particular, estos tres diálogos actúan como puentes transmisores entre la literatura culta y un estrato más popular en el momento en el que toma impulso la prosa en castellano, lo cual viene facilitado por el tipo de personajes y argumento desarrollados y por las tradiciones orales y textuales a las que se adscriben. Así, presentan un conflicto básico -el de "un personaje en una situación social inferior, incluso la del esclavo . . . confrontado una y otra vez con personajes poderosos o con amos de los que se libra con su ingenio o a los que pone en posición embarazosa" (Rodríguez Adrados 310)- que no resulta novedoso, puesto que ya se encuentra presente en textos de origen grecolatino influidos por el cinismo (como la Vida de Esopo, el Asno de oro o "La disputa entre Alejandro y los gimnosofistas") y se va a prolongar en la literatura folclórica (Lacarra y López Estrada 56).

Se puede distinguir el Diálogo de Epicteto porque la intriga de su marco narrativo es mínima: apenas se reduce a narrar el ascenso meteórico de un joven Epicteto (a veces niño o puer senex, a veces mancebo, llamado Péticus o Epitus según los manuscritos), y por lo tanto, lo que ocupa casi todo el espacio textual es el diálogo o cuestionario, mediante el cual el personaje exhibe su agilidad mental, erudición y ortodoxia cristiana en presencia de un duque: [End Page 34]

Vn mançebo que Péticus auía nonbre encomendóse a vn omne que auía nonbre Prouechable. Et aquel omne encomendólo a vn conde. Et aquel conde encomendólo a vn obispo. Et aquel obispo encomendólo a vn arçobispo. Et aquel arçobispo encomendólo a vn rrey. El rrey entremetiólo a vn duque de oriente que era muy sabio omne, et quando fue venido al duque entró al su albergue. [1] Et dixéronle: Omne ¿de quál tierra sodes o dónde venides?

(Bizzarri, Diálogo de Epictecto 43)3

Este mínimo marco narrativo es seguido de un intercambio de preguntas y respuestas en el que se diferencian tres núcleos temáticos, nunca perfectamente delimitados. Un primer núcleo (preguntas 5-25) gira en torno al tema de la creación y abarca preguntas sobre los cielos, dios, ángeles, el hombre y Adán. El segundo ciclo (preguntas 26-52) aglutina cuestiones en torno al pecado (el pecado original, la penitencia, la confesión, la muerte, el tipo de vida, etc.). La parte final (preguntas 53-138) constituye un despliegue de erudición bíblica donde se pierde un claro hilo estructural. Comienza con cuestiones del tipo "quién...

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