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  • El modernista y la romántica: Mi tía Carolina Coronado de Ramón Gómez de la Serna y aspectos de la retórica del espacio doméstico
  • Enrique Serrano Asenjo

En 1942 Ramón Gómez de la Serna cumplió por fin el antiguo proyecto de escribir un libro sobre su tía abuela la poeta romántica Carolina Coronado, “tan cargante, tan deliciosa, tan clerical, tan insoportable, tan inefable” (Epílogo 875). La cita es de 1916, mas es probable que la percepción que el escritor tiene del personaje no haya cambiado mucho a lo largo de los años. El título definitivo de la obra es el que se establece ya al poco de la muerte de la dama, en él el posesivo de primera persona “mi” indica que de manera explícita estamos ante un episodio de la autobiografía del biógrafo y el sustantivo “tía,” que este es un asunto de familia, es decir, un relato de privacidad. Las palabras del joven Gómez de la Serna también apuntan otro matiz del enfoque que el adulto planteará en su relato de vida: la acumulación de adjetivos parece coherente con algunos gestos muy marcados de la historia de la mujer y acaso no sea una casualidad que la serie termine con “inefable,”1 pues como advierte una buena conocedora de las obras de ambos: “[e]s difícil saber cómo interpretar la vida íntima de Carolina Coronado” (Valis, Introducción 23).

En el contexto de la producción biográfica de Gómez de la Serna, el libro se inserta dentro de lo que otro miembro de la familia llama su etapa [End Page 315] bonaerense, en ella los sujetos elegidos suelen ser contemporáneos del autor, de modo que le permiten ahondar en su propia conciencia y en las señas del tiempo común (G. Gómez de la Serna 217). Como se verá, Mi tía Carolina Coronado se ajusta peculiarmente a dicha observación. Aquí nos ocupamos del texto en sí, no tanto como obra secundaria en la bibliografía de Coronado (Torres Nebrera 23; Vega Rodríguez 22), pues ha sido estudiado muy poco a la fecha, a pesar de lo dilatado de su gestación y de las incitantes circunstancias que lo rodean: la delicada relación de Gómez de la Serna con su ilustre pariente y el momento difícil de su trayectoria en que se publica, al poco de instalarse en Buenos Aires y superado su ideario estético por la fuerza destructora de los acontecimientos.

La obra ejemplifica, como tantas del creador, la pasión por lo fragmentario propia de los modernistas europeos.2 Al respecto, el primer mecanismo en juego es la inserción de textos ajenos: algunos en prosa, pero sobre todo poemas o partes de poemas, hasta medio centenar en un texto de apenas ciento treinta páginas en la reciente edición de Obras completas. En cierto modo, el lector se encuentra ante una antología poética que incluye nombres como Francisco de la Torre, Quevedo, Góngora, Meléndez Valdés, Jovellanos, Cadalso, Vaca de Guzmán, Noroña, Espronceda o Larra, aunque, lógicamente, la principal representada es Coronado. El segundo recurso son los saltos en el hilo de la narración, pues con frecuencia Gómez de la Serna introduce pasajes por medio de sintagmas como “a veces,” “de vez en cuando” o “un día,” sin que necesariamente exista una relación directa entre la nueva información y la anterior.3 Por fin, hay que señalar, al igual que en la mayor parte de su producción, la existencia de lo que López Molina llama las “greguerías intratextuales” (62) y valga como muestra: “los balcones viajan hacia el amanecer” (Gómez de la Serna, Mi tía 355), aclaración poética separada tipográficamente entre guiones de la oración en que se inserta.

Los críticos sobre todo han destacado la trascendencia del fragmento más llamativo de la biografía, que son los primeros capítulos (Camón [End Page 316...

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