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FALL2005 201 elementales normas de convivencia, la apertura hacia distintos niveles y direcciones, abogar por la tolerancia y la multiculturalidad en el trazo de una sociedad más justa que proporcione las herramientas adecuadas hacia el natural convivir de los iguales. En este ambicioso trabajo se da también cita para la explicación del fenómeno teatral infantil en la isla caribeña que avanza desde el siglo diecinueve hasta nuestros días. Se trata de un hábil y serio escrutinio que refiere las diversas etapas y el lento desarrollo del género hasta su consolidación: la visita de colectivos extranjeros, la actividad de los grupos de teatro en Puerto Rico, el trabajo de las instituciones, las publicaciones, en fin, todo un inventario que habrá de servir como piedra angular de amplias referencias. Cada una de las 14 piezas seleccionadas se acompaña de una breve nota crítica de los autores incluidos (desde Eugenio María de Hostos “el ciudadano de América,” hasta Teresa Marichal, quien ha trabajado animosamente en la televisión puertorriqueña), así como una pormenorizada cita bibliográfica. En suma, se trata de una investigación que sirve ya de modelo para otros acercamientos del género en el resto de los países de Hispanoamérica. Hugo Salcedo Universidad Autónoma de Baja California Pereira Poza, Sergio. La dramaturgia social de Antonio Acevedo Hernández. Santiago: Editorial de la Universidad de Santiago, 2003: 427 p. Un crítico teatral aseveró en una ocasión que todos los países latinoamericanos tenían su Florencio Sánchez. En el caso de Chile,AntonioAcevedo Hernández se considera tal figura. Sergio Pereira divide su trabajo en ocho partes: El mundo como descubrimiento y lucha; La producción dramática de AAH; El contradiscurso dramático de AAH, una propuesta de clasificación; Drama social realista; Drama social popular; Drama social burgués; Drama social de inspiración bíblica; y Drama social de inspiración legendaria. Como lo señala el autor, “el corpus estudiado corresponde al grupo de obras divulgado editorialmente, cuyo número alcanza a poco más de la mitad de los títulos declarados por el autor” (28). El resto se pierde en los ajetreos de la vida deAcevedo Hernández (1886-1962). Para ubicar su dramaturgia, tenemos que regresar a la época que le correspondió vivir, período de tensión política que no sólo vive Chile, sino toda América Latina. Las obras que lo caracterizan, en referencia “al espacio donde ocurre la acción,” son dramas urbanos y dramas rurales, imbuidos de la ideología dominante, el anarquismo al que se adscribió Acevedo Hernández con compañeros de ruta como Manuel Rojas, José Santos González Vera y otros. En el capítulo sobre el contradiscurso dramático, Pereira propone examinar su escritura como un “fenómeno estético alternativo.” No olvidemos que las tablas santiaguinas tenían el sello y 202 LATINAMERICAN THEATRE REVIEW tono de las compañías y la dramaturgia españolas. Sólo así se puede entender que piezas como En el rancho, El inquilino, Almas perdidas, Carcoma, y Por el atajo se consideren como dramas sociales-realistas, pero que “evidencian variantes anticipatorios de lo que será más tarde el contradiscurso acevediano” (30). Interesante notar que entre las obras catalogadas como de carácter legendario, Joaquín Murieta, publicada en la Revista Excelsior en agosto de 1936, y no estrenada, sea la que en el imaginario social del período representó la chilenidad en su dimensión de lucha y de cambio en el ámbito popular que se concretará con la elección de Pedro Aguirre Cerda en 1938, líder del Frente Popular. Para Acevedo Hernández, Murieta era “un verdadero precursor de Pancho Villa, de Sandino y otros caudillos indoespañoles” (388). El inteligente estudio de Sergio Pereira Poza coloca finalmente en el lugar que le corresponde a un dramaturgo que nace, vive y muere en el medio que retrata en sus obras. Pero a la vez su mirada va más allá de lo real naturalista para fincarse en experiencias de creencias populares, en...

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