La épica del diccionario: Hitos lexicográficos del XVIII (review)

Es muy posible que el potencial lector, ante un libro que pretende hablarle de la épica del diccionario, piense que este título es una exageración retórica que busca la metáfora "impactante" (nunca mejor dicho), y que, peor aún, amenaza con un panegírico lingüístico-patriótico que aplaudirá una vez más lo que ya no necesita ser aplaudido. Sin embargo, basta leer el prólogo para que se esfumen estas sospechas. Se trata realmente de una historia de aventuras, que nos muestra lo que ocurre entre bastidores, detrás de algo tan cotidiano pero al mismo tiempo tan extraordinario como el Diccionario, con sus sacrificios, batallas, heroísmos, traiciones....

Estamos ante una documentadísima, pero apasionada, indagación en las glorias y miserias de una historia cuyos protagonistas tuvieron que sufrir en sus carnes la incomprensión general de puertas hacia fuera y los golpes bajos del más infame politiqueo, de puertas adentro. Al final, el sacrificio de unos pocos salva a la empresa del naufragio, aunque solo en parte.

Todos sabemos lo fácil que es, para cualquier lexicógrafo que se precie, construir un artículo criticando al DRAE (de hecho, ya en 1750 Iriarte lo había puesto de vuelta y media). Pero, al margen de que es más fácil predicar que dar trigo, como observa la ya famosa cita de Gregorio Salvador, la crítica a menudo ignora que, dado que no es una obra personal, con las esperables coherencias e incoherencias que ello implica, sino el producto de unos sucesivos consensos obtenidos de forma totalmente desequilibrada y anómala, lo que ocurría "en la cocina" bien podría ser más determinante que las preocupaciones propiamente lexicológicas. Algo que todavía no se ha erradicado, a juzgar por el testimonio de Arturo Pérez Reverte acerca de la presiones político-financieras que recibió hace poco la Academia para que aceptase los aberrantes neologismos pseudo-feministas a los que andan últimamente tan aficionados los miembros y "miembras" (sic) de nuestros dieciocho gobiernos.

Uno de los aciertos de este libro ha sido dar gran importancia a un aspecto que, incluso para los entendidos en lexicografía, es poco conocido, y es en buena medida el elemento que más diferencia al diccionario académico de todos los demás: el método colegiado, con sus reglas y sus consecuencias. En efecto, la Academia es un organismo numeroso y parcialmente ligado al poder político, un ente casi abstracto y, a la larga, anónimo, lo cual conlleva unas reglas de juego que alejan el DRAE no solo de los diccionarios de autor, como fueron los -no menos "heroicos"- de Covarrubias o de Terreros, y como serían más tarde el DUE de María Moliner y el DEA de Manuel Seco (et al.). En el Diccionario académico, personajes muy diversos entre sí han de retomar y modificar la herencia de generaciones anteriores sin unos vínculos controlables que ordenen esa extraña cooperación interpersonal y transtemporal. Este libro nos muestra precisamente cómo la historia interna del diccionario es en realidad la historia de la propia Academia, y viceversa, éste refleja subliminalmente las aventuras y desventuras de la propia institución. En este sentido, uno no puede sino felicitar al autor por la gran originalidad del punto de vista elegido.

El libro comienza con una detallada historia paralela entre el surgimiento de los diccionarios modernos y el de las academias de Italia, Francia y España, manteniendo un interesante contraste con el desarrollo de la lexicografía inglesa que siempre careció de una institución equivalente, acompañado con abundantes e interesantes citas de los maestros anglosajones de la época. Otra originalidad es que la propia definición de la disciplina no se hace desde el habitual terreno de la abstracción (comenzar definiendo la lexicografía) sino desde un punto de...