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LA FILOSOFÍA NATURAL DE GUILLERMO DE OCKHAM: LA ONTOLOGÍA SUBYACENTE AL MOVIMIENTO DE TRASLACIÓN El sistema de Ockham se nos presenta por una opción diametralmente opuesta a la que está en la base de los grandes sistemas del siglo XIII, cuyas explicaciones sobre la realidad están condicionadas por una superación de la dispersión múltiple de los singulares. Esta superación se realiza gracias a la afirmación de una natura en la estructura óntica de los singulares y es garantía para la validez objetiva del conocimiento universal y necesario que constituye la ciencia. La gran revolución ockhamista va a consistir, precisamente, en cambiar de sentido a esta opción decidida por la natura, al mismo tiempo que se mantiene inquebrantable la afirmación de la posiblidad de una aut éntica ciencia objetiva y válida quae est universalium. La respuesta de Ockham al formalismo escotista— su verdadero interlocutor histórico— acaba centrándose en el principio de individuaci ón. El singular, el individuo constituye por sí mismo un dato del que es preciso partir. Y querer crear un problema sobre la singularidad o sobre la individuación constituye un sinsentido semejante al de querer encender una candela para ver la luz del sol. El único resultado al que nos conduce es a la ofuscación de la vista: la luz se ve por sí misma, es un hecho que está ahí y que ha de ser aceptado como punto de partida. Las características que le asigna Ockham a la filosofía, y especialmente a su física entendida como descripción exhaustiva y minuciosa del singular nos ha sugerido una analogía entre el ockhamismo del siglo XIV y el enfoque propio de la fenomenología. En efecto, la fenomenología es una filosofía del siglo XX que quiere restituir a este tiempo su misión científica fundando con recursos nuevos las condiciones de su ciencia. Por cierto ya Kant buscaba las condiciones apriori del conocimiento, pero ese a-priori prejuzga sobre su resoluci ón. La fenomenología no quiere aceptar ni siquiera esta hipótesis; 246OLGA LARRE de ahí su estilo interrogativo, su radicalismo e inacabamiento esencial . Al igual que el ockhamismo, la fenomenología ha nacido de una crisis: los diez últimos años del siglo XIX, período de los primeros trabajos de Husserl, se caracterizan en Alemania por el desmoronamiento de los grandes sistemas filosóficos tradicionales: Hegel que esclarecía el pensamiento alemán cuarenta años antes queda relegado, y la influencia de Schopenhauer decae progresivamente. Sin duda, pensadores como Marx, Freud y Nietzche trabajan incansablemente, pero, de momento, interesan tan sólo a círculos reducidos y no surgirán a plena luz hasta el siglo siguiente. La ciencia llena el espacio que la filosof ía especulativa ha dejado vacío, y sobre el fundamento de esa ciencia se desarrolla el positivismo a cuyo abrigo el conocimiento objetivo pareciera encontrarse definitivamente a salvo de las construcciones metafísicas. Pero hacia fines del siglo XIX, la confiada seguridad del pensamiento positivista empieza a resquebrajarse, por cuanto cada vez más surge el interrogante acerca de los fundamentos y el alcance de la ciencia. Así, pues, entre el discurso especulativo de la metafísica y el razonamiento de las ciencias debe existir una tercera vía, aquella que, previamente a todo razonamiento nos ponga contacto directo con la realidad, o, como dice Husserl, con las cosas mismas. El discurso filosófico debe mantener siempre el contacto con la intuición so pena de disolverse en especulaciones hueras. Precisamente, en este retorno a la intuición originaria "fuente de derecho para el conocimiento," considerado por Husserl como el principio de los principios,1 encontramos cierta semejanza con la afirmaci ón del individuo sustentada por el Venerabilis Inceptor. En efecto, uno de los principales objetivos de las investigaciones de Ockham consiste en definir los criterios por los que se puede afirmar que una cosa existe . Y no existe sino lo que él denomina res absolutae o res permanentes, esto es, sustancias determinadas por cualidades sensibles.2 Señalar este aspecto fenomenista de la filosof...

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