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  • De Bolívar y Martí a La Patota iberoamericana
  • Felipe Galván

A inicios del mes de julio del 2010 se realizaron, en la ciudad de Puebla, México, las Jornadas Latinoamericanas de Investigación Teatral que, como todos los años desde su inicio, estuvieron dedicadas a uno de los creadores característicos de la región. Esta edición se organizó en homenaje a Rodolfo Santana, pluma dramatúrgica y guionística cinematográfica venezolana y uno de los representativos internacionales de la dramaturgia latinoamericana. Nuevamente la Universidad de Tennessee y Espacio 1900 nos convocó como Universidad Autónoma de Puebla y organizamos una mesa crítica alrededor de la obra de Santana.

Thelma Itzel Ramírez Cuervo y María Guadalupe Carpinteyro Lara intervinieron con ponencias alrededor de una de las obras de Rodolfo Santana, el académico anfitrión, Oscar Rivera Rodas, de Tennessee, realizó una semblanza del autor y Jaime Torija moderó la mesa en la que presentamos lo que a continuación se acompaña. Por desgracia una problemática de tipo administrativo impidió la presencia física del autor en la ciudad de Puebla durante el homenaje académico, sin embargo la trascendencia de él obliga a la difusión de lo esbozado por quien esto firma, razón por la cual considero importante comunicar íntegramente lo abordado en torno a Rodolfo Santana.

A Rodolfo Santana lo conocemos como un autor de amplio espectro que lo mismo nos habla del Baño de damas, que del Ángel perdido en la ciudad hostil. La primera ha sido destacada por alguien en México como "una comedia banal, muy lejana a otros autores venezolanos como José Ignacio Cabrujas, César Rengifo o Isaac Chocrón" (Harmony) y la segunda premiada en el certamen de mayor exigencia ideológica en los últimos cinco décadas; el Premio Casa de las Américas. Por supuesto que hay que comentar que la primera observación es una evidente lectura pobre, aunque provenga de una crítica presumiblemente con nivel nacional. [End Page 185]

Rodolfo Santana es el autor de mayor trascendencia en la segunda generación de la dramaturgia venezolana en la segunda mitad del siglo pasado y ha conservado una envidiable vitalidad en la primera década del XXI. Esto se afirma claramente por la academia nacional venezolana, sin alejarse de la percepción que en el resto del mundo de habla hispana poseemos.

El teatro de nuestros días realmente se desprende de esa generación cenital, que el crítico Rubén Monasterios sitúa en el último cuarto de siglo entre nosotros. Es la que integran, con pequeñas diferencias, César Rengifo, Isaac Chocrón, Román Chalbaud y José Ignacio Cabrujas. Después, como el mismo Monasterios señala, destacará con luz propia, el nombre de Rodolfo Santana, cuya incansable labor ha servido de estímulo a los más recientes valores de nuestra dramaturgia.

(Díaz Seijas)

El autor ahora, a sus sesenta y seis años aproximadamente, ha recorrido más de cuarenta años de producción dramatúrgica ininterrumpida y, por supuesto que, se puede hablar de un maduro hombre inventor de artefactos para la producción escénica y la producción cinematográfica. Es uno de esos hombres que Ernst Lehman caracterizara como primer soñador o soñador original, aquel que en las hojas en blanco hace nacer la potencial obra total fílmica, como observaría el guionista de West Side Story, y teatral, como el trabajo de este venezolano nos hace comprender. Lo hemos conocido por Casa de las Américas, la revista Tramoya, ediciones venezolanas, el link del CELCIT y antologías de diversos orígenes editoriales; pero el conocimiento físico lo tuvimos en una Feria Internacional del Libro, en Guadalajara, Jalisco.

Eran mediados de los noventa y Guillermo Schmidhuber nos había convocado a una serie de autores nacionales e internacionales; ahí estaban historiadores de la talla del español Carlos Miguel Suárez Radillo y directores como el regiomontano Luís Martín, junto a creadores dramatúrgicos de diversos orígenes. Cuatro de ellos llamaban la atención...

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