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LA SACRALIDAD DEL ESPACIO EN EL CAMINO DE SANTIAGO Francisco Singul Santiago de Compostela Las peregrinaciones cristianas a Roma, Santiago y Jerusalén contaron con notable éxito en la Edad Media. A estos santuarios acudían gentes de toda índole para satisfacer una inquietud devocional, piadosa y/o penitencial.1 Una llamada que no puede ser comprendida sin acercarse a la mentalidad de la época, evocando la imagen simbólica que aquella sociedad tenía del mundo terrenal, sin olvidar el impulso espiritual y el ambiente psicosocial del que se nutría la cristiandad occidental del medievo. En el caso del peregrinaje a Santiago, iniciado en los siglos IX-X,2 será a partir del XI cuando adquiera dimensión internacional y valores religioso-devocionales. Durantelaépocade Gelmírez (1 100-1 140) multitudes de peregrinos pasan por el camino, en una y otra dirección, 1 Paulo Caucci von Saucken, "Vida y significado del peregrinaje a Santiago", especialmente 92-95; Denise Péricard-Méa217-40; Francisco MárquezVillanueva 83-95; Singul, Il cammino di Santiago. Cultura e pensiero 121-61. 2 Luis Vázquez de Parga 1: 41-42; Marcel Durliat 341-42; Fernando López Alsina, La ciudad de Santiago de Compostela 95 y 193-95; Klaus Herbers, especialmente 257-58; Pascual Martínez Sopina 72; Ermelindo Portela y Maria Carmen Pallares, "Al final del Camino" 169-81, y De Galicia en la Edad Media. Sociedad, Espacio y Poder 120-35. La corónica 36.2 (Spring 2008): 273-94 274Francisco SingulLa corànica 36.2, 2008 y populan en las calles y plazas de Compostela, viviendo con unción el misterio en el espacio sacro de la catedral (Emma Falque Rey). Durante los siglos XII-XIII, este aspecto no será suficiente para la espiritualidad nacida de la Reforma gregoriana, de modo que los componentes penitenciales pesarán más que los devocionales o votivos (Manuel C. Díaz y Díaz). Los peregrinos sentirían la llamada del camino como vía penitencial, atendiendo a un voto o a una intención ascético-devocional, sin olvidar esa dimensión espiritual, propia de todo creyente, que obliga a una búsqueda de Cristo a través de la peregrinación.3 Antes de iniciar esta búsqueda de lo divino, al jacobita se le despedía en su parroquia con una ceremonia en la que se oraba por su causa y en la que se bendecían los símbolos de su andadura: el bordón y el zurrón. Informa sobre la solemne bendición de estos elementos, "según el rito eclesiástico", el sermón "Veneranda Dies" del Libro Sancii Jacobi (196-97), destacando que el bordón debe servir de sustento, como un tercer pie que simboliza la fe en la Santísima Trinidad, pero el zurrón debe ser de pequeño tamaño, expresando la confianza que el peregrino debe demostrar en la caridad y hospitalidad que se ejerce en el camino (Robert Plötz, "Indumenta Peregrinorum"). Además de la corta cantidad de dinero que debe llevar consigo, no debe ir cerrado el zurrón con ataduras, como muestra de solidaridad con los pobres y con otros compañeros de viaje. Este ritual, propio de las tradiciones y costumbres del camino de Santiago, formará parte de la liturgia de la Iglesia a partir del siglo XI, como prueban varios textos: un formulario de bendición de peregrinos de Munich, la missa profratibus in via dirigentis del misal de Vich (1083), los ceremoniales de Roda y de Lleida, y el sacramentario de Laon, de principios del XI (Plötz, "Contribución á iconografía de Santiago nos territorios de fala alemana" y "Jacobus benedictio perarum et baculorum"). Una vez terminado el camino, y tras haber cumplimentado las exigencias penitenciales ylitúrgicas en la catedral compostelana, el devoto emprendía el viaje de regreso. Antes de la partida procuraba colgar de 3 El peregrinaje debe procurar un encuentro con Dios; este concepto fue desarrollado por Ramón Llull, Liber de contemplado en Deu, 1272; véase Manuel Santos Noia 363-69. La sacralidad del espacio275 su cuello o prender en sus ropas...

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