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EL TEXTO EN SU LABERINTO: PARA LA EDICIÓN CRÍTICA DE LAS TRADUCCIONES MEDIEVALES María Morras Universidad Pompeu Fabra, Barcelona Seminari d'edició de textes No resulta fácil elaborar pautas generales para la edición de textos.1 Diferentes períodos históricos han concebido de modos diversos la composición de una obra literaria, han dispuesto de medios de transmisión diferentes (la voz y la letra; papel y pergamino; el códice, el pliego y la hoja suelta, el libro; el formato manuscrito, impreso y electrónico) y han puesto límites fluctuantes a la intervención social (de colaboradores, críticos literarios, copistas, impresores y lectores) en las labores de difusión y publicación de las obras literarias. Incluso dentro de una misma época, géneros diversos comportan actitudes diferentes ante la obra literaria por parte de autores y transmisores, así como circunstancias materiales de índole heterogénea: en la Edad Media, por ejemplo, no nace y pervive igual una canción cortés que un romance, ni un poema en cuaderna vía que una crónica, o una traducción que una obra original. Para el editor, ello supone que ha de enfrentarse a datos de naturaleza dispar, que debe evaluar en 1 Doy por supuesto un conocimiento, siquiera rudimentario, de los problemas fundamentales que plantea la edición de un texto medieval y de la polémica, que arranca de finales del siglo XIX, sobre los diversos tipos posibles de edición y de las metodologías desarrolladas para la edición de textos. Como manuales fundamentales, remito a Foulet y Speer (1979) para la literatura francesa, a Blecua (1983) para la castellana, y a Pascuali (1962) ? Segre (1979, 1990) para el ámbito italiano. Un panorama muy completo, en el que se traza una visión histórica a cargo de diferentes especialistas de la metodología desarrollada en los diversos ámbitos lingüísticos, se puede encontrar en Creetham (1995). Para la polémica sobre la validez de las ediciones críticas, además del controvertido La corónica 30.2 (Spring, 2002): 203-47 204María MorrasIm corónica 30.2, 2002 consonancia con las condiciones materiales e intelectuales de creación y transmisión. Por consiguiente, su forma de proceder será diferente ante una obra de taller, fruto del trabajo colectivo de un scriptorium como sucede con ciertas obras historiográficas, o de un autor individual; también habrá de medir de manera diferente las variaciones textuales en una obra de circulación oral que en aquella otra que conservamos en manuscritos, en impresos o en ambos formatos a la vez.2 En efecto, como nos recuerda M. Speer (1991: 13), la tarea editorial debe definirse según los términos que exige el texto que va a editarse. Ceñirse a un grupo definido de textos -las traducciones- y un período histórico bien delimitado -el otoño de la Edad Mediapermite fijar una casuística de problemas cuyo conocimiento puede resultar de ayuda para la edición de esta clase de obras. En el caso de las traducciones medievales, la posibilidad de reconstruir el texto del borrador, de la versión corregida y definitiva o de tal o cual redacción, y de mostrar las sucesivas refundiciones o las modificaciones puntuales de los lectores, elementos todos ellos de gran interés para el estudio de la difusión y recepción de la literatura clásica en la Edad Media, depende en gran medida de la cantidad de piezas que el azar haya preservado hasta hoy y del lugar que éstas ocupen en el rompecabezas que es toda historia textual. Frente a las obras de creación, el editor de traducciones cuenta con la ventaja -y la complicación- de disponer de un texto de referencia, el original que vierte el traductor, que confronta con el testimonio o los testimonios del texto que pretende editar. Este hecho condiciona el modo en que el editor ha de emprender su tarea y justifica por sí solo -aunque hay otros tambiénque se dedique a la edición de traducciones una reflexión específica. Tal es el...

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