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  • El ungüento de la Magdalena: Humor en la medicina popular cubana
  • Sonnia Moro
Ricardo Riverón Rojas. El ungüento de la Magdalena: Humor en la medicina popular cubana. La Habana: Ediciones La Memoria, 2008.

Aunque cubanos y cubanas somos en general conocidos y reconocidos por ser amantes de contar historias, sazonadas con dosis de humorismo, mentirillas (y mentirotas) y las consabidas exageraciones, la región central del país parecería ser su paraíso.

Bueno, no me acusen también a mí de exagerada, aunque a manera de disculpa, puedo esgrimir que es tierra de dos personalidades de la cultura cubana que se dedicaron a contar o a recopilar historias a partir del arsenal que les facilitaron testimoniantes mayoritariamente de Villa Clara: Onelio Jorge Cardoso,1 y Samuel Feijóo,2 nacidos ambos en el centro de la isla en 1914.

No es un secreto que mis compatriotas son expertos en tres áreas del conocimiento: la política (capaces de arreglar el mundo con una simple conversación de dos), la pelota (todos y cada una somos mánagers beisboleros en potencia) y sabemos más de medicina que los Premios Nobel y el médico chino.

Y es precisamente de sanaciones increíbles y recetas asombrosas sustentadas en el humor criollo de nuestro campos que el también villaclareño Ricardo Riverón Rojas (nacido en Zulueta, Villaclara, en 1949) nos ofrece una amena colección de ellas. Este libro fue presentado en el marco de la XII Feria Internacional del Libro de La Habana, que cada vez alcanza a más lectores y lectoras a lo largo y ancho del archipiélago.

Desde su subtítulo el autor nos alerta de su intención, ya que se trata de la gracia cubana, y como bien señala en el prólogo Pedro Pablo Rodríguez,—académico, y Premio Nacional de Ciencias sociales, sin dejar de ser un criollo, bromista y sandunguero—no imaginen que se trata de un catálogo de curas para muy diversas malezas aunque quizás se tropiece con algún remedio o práctica conocido o utilizada.

En las palabras preliminares el propio Riverón delata de dónde surgió su interés por esta temas y el camino que recorrieron esas historias: una parte de su niñez y adolescencia, transcurridas en el batey de un central azucarero, lo puso en contacto con personajes populares con una manera distinta de hablar y de pensar el español; la influencia de Feijóo que le indicara para uno de sus proyectos recoger estas recetas, reveladas generosamente en los vecindarios y entre sus amistades y que nunca vieron la luz. Y la responsabilidad profesional del investigador folclórico René Batista Moreno, que los conservara por más de veinte años y los depositara nuevamente en sus manos.

Y es que Riverón, ya en su madurez profesional,—además de investigador, periodista, editor y poeta—supo dar nueva vida estor relatos, fijar el aroma de su contexto, estructurarlos de forma que fluyeran sin interferencias, subrayando sus valores costumbristas y satíricos, sin importarle la validez del [End Page 179] remedio sino la chispa humorística que los iluminaba al mismo tiempo que trasmitían el encanto de sus aristas absurdas o fantasiosa, pero llenas de sabiduría campesina.

El autor organiza sus recetas en cinco capítulos según los tipos de curas: por contactos inocuos, por contactos iatrogénicos, invasivos y crueles, por sustos, escarmientos y engaños, por ingestión de cocimientos, patentes y platos, por curas escatológicas, coprofágicas y venenosas y un sexto con las inclasificables.

Así desfilan con sus protagonistas, enfermedades y curaciones, a veces compitiendo por cuál nos hace reír o nos asombra más, con algo de racionalidad o totalmente locas, y aquellas en que, reconozcámoslo o no, alguna vez la abuela nos deshizo algún mal de ojo o hizo que brotara finalmente un sarampión rebelde, tras días de fiebre e incertidumbre o nos quitó algo pegado al estómago.

Sólo la relación de nombres y apodos de los personajes de estas...

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