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  • Los comienzos de la diplomacia moderna en Castilla:Alfonso de Cartagena (1385-1456)
  • Tomás González Rolán and Pilar Saquero Suárez-Somonte

Antes de comenzar nuestra exposición sobre las relaciones diplomáticas entre Castilla y Portugal, que centraremos en la primera mitad del siglo XV, época ésta trascendental para ambos reinos, queremos una vez más poner de manifiesto que, salvo pocas excepciones a las que nos referiremos más adelante, se ha tenido una visión bastante negativa en general de la historia de España y de modo más particular de la cultura allí desarrollada hasta bien entrado el siglo XVI. Esta percepción negativa ha llevado a los estudiosos, en su mayoría extranjeros pero también algunos nacionales, a negar que en España se hubiese dado un verdadero Renacimiento o, como mucho, a admitir su existencia pero con un gran retraso respecto no sólo a Italia sino también a otros países europeos. [End Page 147]

Por ser muy pocas las voces que se han alzado contra esta imagen distorsionada, empequeñecida y negativa de la dimensión cultural alcanzada en la península, merece la pena que destaquemos al gran maestro Américo Castro, quien en su apasionante libro España en su historia: Cristianos, moros y judíos ha dedicado un capítulo ("España o la historia de una inseguridad" 19-46) a denunciar el distinto rasero con que los historiadores tratan a España:

Con método análogo [al que se practica al analizar Francia], aunque entrando en mayores complejidades, pudiera esquematizarse la historia de Inglaterra y la de los otros pueblos europeos. Mas al llegar a España, tales procedimientos sirven en escasa medida, y hay que tomar otros caminos . . . Cuando se es gran señor y poderoso, hasta las tonterías que se dicen pasan por agudezas. Pensando fríamente -es decir, antivitalmente- resultaría que la mayor parte de los numerosísimos volúmenes de Voltaire están repletos de prosa o verso insignificantes; ahora bien, como Voltaire gozó de merecido prestigio -basado en unos pocos y admirables volúmenes- y a causa también del imperio intelectual que ejerció en un momento adecuado para ello, no es costumbre destacar la masa enorme de lugares comunes y de insipideces que pueblan su obra desmesurada. En cambio, cualquier historiador de tres al cuarto se atreve a atacar a Lope de Vega por su excesiva fecundidad, su premura en componer comedias, su superficialidad y otras muchas fallas. Hace muchos años escribía yo que si España hubiera poseído fuerza armada y economía poderosas, el tono de los historiadores extranjeros habría sido otro.

(25-26)

Ha habido, sin duda alguna, una especie de leyenda negra sobre la historia y la cultura españolas basada en falsos prejuicios, en el desconocimiento y muchas veces en el desprecio por todo lo ibérico. Ahora bien, la culpa principal de la formación y extensión de esa visión negativa o leyenda negra la tenemos los propios españoles, y ello, como acertadamente señaló a comienzos del siglo pasado Julián Juderías, por dos razones:

la primera, porque no hemos estudiado lo nuestro con el interés, con la atención y con el cariño que los extranjeros lo suyo, y careciendo de esta base esencialísima, hemos tenido que aprenderlo en libros escritos por extraños e inspirados, por regla general, en el desdén a España; y la segunda, porque hemos sido siempre pródigos en informaciones desfavorables y en críticas acerbas.

(27) [End Page 148]

Así pues, el autor aconseja que los problemas derivados de nuestra historia o que ésta plantea sean estudiados imparcialmente, sin prejuicios ni partido tomado, y con el firme propósito de averiguar la verdad o, por lo menos, la mayor cantidad posible de verdad. Esto es lo que pretendió, y creemos que consiguió, Ottavio Di Camillo al escribir, hace más de treinta años, el señero libro El humanismo castellano del siglo XV, de extraordinario valor por tratarse de un extranjero que abordaba este crucial...

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