Abstract

El Nuevo Mundo descubierto por Cristóbal Colón de Lope de Vega establece una relación de continuidad evidente entre la campaña de Granada y la conquista de América: Granada se fragua como palimpsesto donde se escribirá la historia de los territorios recién incorporados. El planteamiento de una audiencia divina al principio de la obra, donde la Providencia falla a favor de la cristiandad y le concede los derechos de posesión del Nuevo Mundo antes usurpados por el demonio, le sirve al propio Cristóbal Colón para entender la misión semántica y hasta etimológica (como portador de Cristo) de su proyecto y por lo tanto también la mejor forma de mercadear el producto y los magnates dispuestos a subsidiarlo. Lo que en un principio era concebido sólo en términos económicos y cuasi científicos se transforma en una empresa exclusivamente religiosa. El juicio divino se fragua como introspección y al mismo tiempo como colectivización que justifica el proyecto colombino ante Dios y ante Europa. La reedición de la conquista supera la incorporación de Granada, es una tarea sagrada que genera dividendos contables en almas, al tiempo que combate la idolatría. El resultado del juicio divino domina la obra como prolongación de la cosmología cristiana, tamiza a los nuevos acólitos e invita a la utopía en tanto permite la administración de justicia según los valores adquiridos: purga de la idolatría, el diablo y la pasión desbocada.

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